—¡No te vayas, quédate!—. Fue la frase de mi hija cuando se enteró que debía ausentarme por motivos de trabajo, serían varias semanas y para ella seguramente le parecieron muchos días y mucho tiempo. Su carita me lo decía todo, ella no entendía el motivo de mi ausencia, ningún argumento era válido ni menos los detalles, todo en su mundo se reducía a dejarla y no verla. —Nos veremos pronto— le dije con esperanza, algo difícil de comprender en una pequeña que solo desea saberse cuidada, acompañada y amada por su padre.
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Esta anécdota me ha hecho reflexionar acerca de la cantidad de padres y madres que por motivos de trabajo tienen que cambiar a otra ciudad y vivir lejos de los que más aman. A veces el mundo no nos muestra su mejor cara y nos quedamos con este tipo de historias donde el deseo y esperanza de una familia por estar reunida se concreta por unos cuántos días, los cuales jamás serán suficientes, como la vida misma, nunca será suficiente para vivirla.
Por supuesto que dan ganas de dejarlo todo y quedarse con los nuestros, pero la responsabilidad y el compromiso son aspectos que se deben alcanzar cuando se ha llegado a cierta madurez laboral, es parte del trabajo y debemos asumirlo, pero no siempre se acepta de buena gana. Está por demás decir que el corazón se parte, que uno queda incompleto, que el vacío es una sensación permanente, todo sea por cumplir.
Darles lo mejor
Quienes contamos con una familia comprendemos esta dualidad y conflicto, queremos estar con ellos, pero también deseamos darles lo mejor, aunque en ocasiones esto represente alejarse por un tiempo. Sé de historias donde se han perdido aspectos tan especiales como cumpleaños, Navidades, el primer paso de los hijos o su primera palabra; en fin, momentos que en familia se viven y tienen un valor muy especial, en ocasiones se pierden por causa del trabajo.
Y también conozco historias donde papá o mamá se han desprendido tanto de la familia, que se han convertido en desconocidos para los integrantes, su ausencia los ha alejado tanto y su lealtad laboral es tan alta que decidieron y apostaron por su crecimiento en la organización.
Como creyentes, debemos entender que la familia es una comunidad de fe, esperanza y caridad, posee en la Iglesia una importancia singular, al ser y hacer familia encontramos el verdadero sentido del amor y respeto.
“Si cuentas con una familia, valórala”
La parte emocional en la familia adquiere un significado único, las relaciones en el seno de la familia entrañan una afinidad de afectos e intereses que provienen sobre todo del mutuo respeto de las personas.
Si cuentas con una familia, valórala, disfrútala y expresa lo que sientes, tal vez el silencio y la falta de expresión de nuestras emociones hacia ellos, nos han alejado y distanciado emocionalmente. Aún sigo recordando la frase de mi pequeña hija diciéndome con mirada triste: —¡No te vayas, quédate!—.
“Porque sabemos que el sufrimiento produce perseverancia; la perseverancia, entereza de carácter; la entereza de carácter, esperanza. Y esta esperanza no nos defrauda, porque Dios ha derramado su amor en nuestro corazón por el Espíritu Santo que nos ha dado”. Romanos 5,3-5.

