Cardenal Cristóbal López Romero
Cardenal arzobispo de Rabat

La confusión está servida


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El principal argumento –quizás el único racional y razonable– que se utiliza para rechazar la posibilidad de bendecir a parejas en situación irregular es el de la confusión que ello generaría. En efecto, aunque la Declaración lo excluye explícitamente, alguien podría pensar que bendiciendo se aprueba la situación o la relación: es difícil separar las personas de la unión que hay entre ellas.



Pues bien, de la misma y simétrica manera, rechazar o negar la bendición a una pareja en situación irregular causa confusión, porque se podría entender que se rechaza no solo la relación sino a las personas mismas. Y eso es lo que hasta ahora sucede: muchas de las parejas en situación irregular se sienten rechazadas y excluidas… (incluso algunas se sienten “excomulgadas”, confundiendo la excomunión con la imposibilidad de comulgar). Y muchos de sus familiares, amigos y conocidos también piensan así. Y muchísimos de los cristianos practicantes están confundidos y piensan que estas personas no pueden ir a misa ni participar de la vida eclesial (efectivamente, no pueden: ¡deben participar!)

Y este rechazo a las personas va en contra del Catecismo de la Iglesia Católica (¡y del Evangelio!), que nos pide acoger, escuchar, comprender, no discriminar, discernir, acompañar.

Conclusión: la confusión está servida; si se bendice, hay confusión; si no se bendice, también hay confusión.

Bendiciones

¿Cuál es la solución? Acoger a las personas, escucharlas, interesarse por ellas, recordarles amablemente lo que el Evangelio y la doctrina cristiana nos propone como ideal, proponerles rezar en ese momento, invitarles a misa y a escuchar la Palabra de Dios (si es que no lo están haciendo ya), decirles que pueden seguir viniendo a conversar…

Si un sacerdote hace todo eso, realmente importa un pepino si les bendice o no: su actitud de acogida y de acompañamiento será la mejor bendición.

Problema pastoral

El problema es pastoral… porque la mayoría de los pastores (obispos, sacerdotes y diáconos) no están dispuestos ni preparados para seguir todo el proceso de acogida, discernimiento y acompañamiento. Prefieren soluciones fáciles y expeditivas: “Estáis en pecado, fuera de aquí” (quizás es caricatura, pero hago alusión al sacerdote que se proponía sacar a patadas a cualquier homosexual que viniese a su parroquia).

Entre la confusión que nace por bendecir-acoger y la que surge por no bendecir-rechazar, me quedo con la primera.

¡Danos, Señor, a todos los pastores, un corazón como el tuyo!

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