Raquel Lara, secretaria de la JOC
Secretaria de la JOC

Jóvenes y mística


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Con este título comenzaba este sábado –8 de septiembre– la ponencia sobre ‘Mística y jóvenes’ junto a mi compañero de tarea, Mario Picazo, en el 38º Congreso de Teología Juan XIII celebrado este fin de semana en la capital. “La experiencia mística, tal como lo entiende el cristianismo, fundamentalmente es una experiencia de sentido. Dios se revela como “sentido radical” de la vida humana”. De esta manera comenzábamos nuestra exposición, convencidos de que “la experiencia mística no consiste tanto en tener visiones extraordinarias, sino más bien en tener una visión nueva de la realidad, descubriendo a Dios como su fundamento y su verdad definitiva”.

Un Padre-Madre Dios que nos “primerea”

Lo que caracteriza la experiencia mística, es por un lado la prioridad y la gratuidad del amor divino: “Dios nos amó primero” (1Jn.4, 19) y por otro, la llamada a compartir ese amor con los demás: “Si nos amamos los unos a los otros, Dios permanece en nosotros y su amor ha llegado en nosotros a su plenitud” (1Jn.412). “Dios es amor” (1Jn.4) y si Dios es amor solo se le puede experimentar en el amor: “El que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios porque Dios es amor” (1Jn.4, 7).

En Jesús hemos conocido que el amor de Dios se caracteriza por la “desmesura”, la generosidad desinteresada y la disponibilidad absoluta para salir de sí. Estamos convencidos que también para la mujer y el hombre del siglo XXI el principal reto sigue siendo amar.

Experiencia mística en la cotidianidad de la vida y en el compromiso

La JOC promueve y ofrece un proyecto que lleva en sus entrañas el hacer experiencia de Dios en el seguimiento de Jesús, desde la vida concreta de cada joven. Ese proyecto suscita y provoca el descubrimiento de un “Dios Padre-Madre” que sostiene y cuida toda la creación y con el que es posible establecer una relación de amistad.

Desde nuestra comprensión de la fe cristiana, la experiencia mística no es de ninguna de las maneras un intento de evadirse de la realidad, pues no se trata de un ejercicio de “ensimismamiento” sino de “apertura al Misterio” que llevamos dentro, para poder reconocerlo en la realidad donde también se esconde. De todos los caminos que conducen al encuentro con Dios, el “rostro del otro”, el prójimo, es el único camino que garantiza que el Dios contemplado no es una proyección engañosa, una fantasía alienante que aleja de la realidad y de su clamor por la justicia.

La JOC suscita y acompaña a las y los jóvenes del mundo obrero a hacer experiencia de un Dios que en Jesús ha decidido salir a nuestro encuentro para hacernos protagonistas de su proyecto de vida plena para todas las personas, empezando por las pequeñas y desfavorecidas, trabajando en comunión en la tarea de construir la fraternidad universal.

Las y los místicos de hoy son aquellos que aceptan que dentro de la historia humana lo divino puede experimentarse, decirse y comunicarse. Son aquellos que su relación con Jesús ha marcado el sentido de su existencia y en el proyecto humanizador del Reino que el Padre-Madre Dios pone en sus manos encuentran fuerza y razones para vivir con esperanza.

En la JOC, el joven aprende a descubrir que todo ello puede expresarlo en su cuerpo, con sus palabras y con su vida: la gratuidad y la alegría del encuentro, del compartir, del perdón, el estremecimiento que produce abrirse al Misterio que nos habita, la fuerza y el entusiasmo que genera la acción planificada, la reivindicación colectiva, la movilización, la lucha obrera, el cuidado y la defensa del medio ambiente, etc.

Mística de los ojos abiertos

El místico no se cansa de contemplar la vida porque busca en ella el rastro de Dios. Se zambulle en las situaciones humanas, felices o dolorosas, agradables o desagradables, buscando esa presencia de Dios que actúa dando vida y libertad. El militante cristiano contempla la densidad de lo humano y de la creación como lugar de revelación del Dios invisible, el Padre con entrañas de Madre.

Cuando el militante cristiano percibe esa presencia misteriosa en su vida, en los acontecimientos, toma conciencia de ella y la experimenta como amor, entonces, no puede sino darla a conocer a los demás y unirse a su acción liberadora en favor de la humanidad y de todo lo creado. Ese, y no otro, es el dinamismo y la experiencia de la que somos testigos en la vida de cientos de jóvenes que acompañamos en la JOC en este momento histórico y por la que nos sentimos agraciados y agradecidos, porque “nada de lo humano es ajeno a la mística cristiana”.