Flor María Ramírez
Licenciada en Relaciones Internacionales por el Colegio de México

Jóvenes, entre la violencia y la vida misma


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México está siendo testigo de actos de violencia sin precedentes. Sucedió en Minatitlán hace varias semanas una masacre completa con testimonios escalofriantes. En días pasados volvió a ocurrir en Cuernavaca, Morelos en plena luz del día y con presencia de medios de comunicación que se encargaron de difundir el video del homicidio. Las víctimas yacían en el piso desangrándose, mientras algunas personas huían para resguardarse y otras se acercaban a auxiliar a los heridos.

En América Latina la violencia afecta principalmente a los jóvenes

El presunto sospechoso  fue detenido a metros del lugar del crimen, se trata de un joven no mayor a 22 años. Aunque es una versión todavía no confirmada por las autoridades, los medios reportan que como autor material del homicidio tenía la posibilidad de ganar 5,000 pesos mexicanos, esto equivale a 270 dólares aproximadamente. En la última edición de la Jornada Mundial de la Juventud realizada en Panamá, el artista Armando Granja esculpió una custodia hecha de balas con la imagen de María sosteniendo a Jesús en su vientre, esas balas se dispararan a diario en todo el continente.

Hoy, la inseguridad y la violencia parecen desvanecer el umbral de nuestra percepción y nos enfrentan a una realidad que nos hace sentirnos bajo amenaza todo el tiempo, independientemente de nuestra edad. No es para menos. De acuerdo con el Índice de paz del Institute for Economic and Peace, en el 2018 el 69.4% de los homicidios fueron cometidos con un arma de fuego, el nivel de paz en nuestro país se deterioró 4.9%, lo que constituye el tercer año consecutivo a la baja. La tasa de homicidios en México aumentó 14%, superando las 27 muertes por cada 100,000 personas, el nivel más alto registrado.

Por décadas, en toda América Latina la tendencia de la violencia afecta principalmente a los jóvenes. Estos son el grupo más afectado por el delito y la violencia, y a su vez, son los responsables más comunes. Esta tendencia se confirma en México el último año, más de un tercio de las víctimas de homicidio tienen entre 15 y 29 años de edad. La violencia extrema amenaza el derecho a la vida y pone en riesgo a niñez y juventud al ser presa fácil, carne de cañón de las guerras actuales por el territorio en todo el país.

Custodia hecha de balas. Foto del portal de la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ)

Es probable que ya muchos se hayan preguntado ¿Qué hace que un joven pueda cometer un homicidio? Una interpretación bastante difundida sobre la violencia es que la pobreza es un factor de riesgo y detona actos delictivos. La pobreza induce a conductas radicales o agresivas, y éstas a su vez crean situaciones de violencia. La frustración resultante les impulsaría a comportamientos agresivos, y esto es lo que explicaría las olas de violencia que sacuden a las grandes ciudades de nuestro continente. Bajo esta premisa, en México se ha diseñado la más reciente política pública “Jóvenes Construyendo el Futuro” que aspira a generar oportunidades económicas y vocacionales para la juventud mexicana. Si bien esta política podría ser un paso importante, hay que hilar más a fondo en las causas y encontrar las múltiples conexiones.

Un proyecto de vida que les dé sentido

No siempre se trata de un acto de delincuencia común, es decir el joven que por ser pobre decide robar. El perfil de victimarios que estamos viendo confirma que un porcentaje importante llega a cometer un delito por el detonante de estar bajo amenaza de otros, o bien validar su pertenencia a un grupo que ejerce violencia. Hoy sabemos que la violencia es multifactorial. No es solamente la pobreza, no es solamente la presión social, no es meramente la exclusión. Hay algo más allá que está relacionado con la ausencia de un proyecto de vida en lo personal, pero también las carencias afectivas del círculo familiar, la falta de una comunidad que cohesione y sea una red de apoyo, y en última instancia un proyecto de país que genere espacios para la juventud. No es casualidad que las pandillas en Centroamérica, por ejemplo, se han constituido como espacios de interacción que les ofrecen a los jóvenes, e incluso a los niños, un sentido de identidad y de pertenencia a una colectividad.

El papa Francisco en su exhortación apostólica dedicada a los jóvenes ‘Christus vivit‘ se refiere a la realidad inmersa en que hoy vive la juventud. “Muchos jóvenes viven en contextos de guerra y padecen la violencia en una innumerable variedad de formas: secuestros, extorsiones, crimen organizado, trata de seres humanos, esclavitud y explotación sexual, estupros de guerra, etc. A otros jóvenes, a causa de su fe, les cuesta encontrar un lugar en sus sociedades y son víctimas de diversos tipos de persecuciones, e incluso la muerte. Son muchos los jóvenes que, por constricción o falta de alternativas, viven perpetrando delitos y violencias: niños soldados, bandas armadas y criminales, tráfico de droga, terrorismo, etc. Esta violencia trunca muchas vidas jóvenes. Abusos y adicciones, así como violencia y comportamientos negativos son algunas de las razones que llevan a los jóvenes a la cárcel”.

Las y los jóvenes en reclusión pasan momentos difíciles para procesar su delito y mirar hacia delante. No solamente es que su vida ya no será la misma, sino que saben que el sistema mismo no tiene un historial de éxito en reintegrarles y que su vuelta a la normalidad será difícil. Muchos de ellos hacen un plan que perpetua la violencia en sus vidas y siguen delinquiendo incluso en reclusión.

Dice el Papa que “en los jóvenes también están los golpes, los fracasos, los recuerdos tristes clavados en el alma. Muchas veces “son las heridas de las derrotas de la propia historia, de los deseos frustrados, de las discriminaciones e injusticias sufridas, del no haberse sentido amados o reconocidos”. Además “están las heridas morales, el peso de los propios errores, los sentimientos de culpa por haberse equivocado”. Jesús se hace presente en esas cruces de los jóvenes, para ofrecerles su amistad, su alivio, su compañía sanadora, y la Iglesia quiere ser su instrumento en este camino hacia la restauración interior y la paz del corazón”. Hoy los jóvenes necesitan encontrar espacios para discernir un proyecto de vida que les dé sentido y valorar a la misma: ¿estamos como Iglesia a la altura de esta exigencia?.