Fernando Vidal
Director de la Cátedra Amoris Laetitia

James Turrell: interiorismo espiritual (4)


Compartir

James Turrell (Los Ángeles, 1943) es probablemente el más genial creador postmoderno de espacios de interioridad espiritual y el mayor artista de la luz. Toda su obra es una invitación a participar en experiencias sublimes y espirituales que ponen en comunicación la luz interior, la luz del mundo, la luz de la creación humana y la luz de la trascendencia.



Turrell se crió en una familia cuáquera de Los Ángeles y, por tanto, se educó en una tradición religiosa que experimenta la comunicación personal, directa e inmediata con la Divinidad. La semilla que desarrollaría toda su vida se la dio su abuela cuando le dijo qué hacer cuando entrara en las reuniones de los Amigos del Señor: “entra y saluda a la luz”. Durante un tiempo en su juventud se alejó de la religión, pero posteriormente regresó a la Fe, aunque se declara heterodoxo. Su relación en la comunidad cuáquera está viva y ha diseñado distintas Casas de Reunión para ellos en Estados Unidos y Londres. En sus diseños el protagonismo lo tiene siempre la simplicidad y la luz interior.

Para él, los colores trasladan una potente realidad espiritual: son entes de luz que los crea, atraviesa y exalta, del mismo modo que el ser humano es creado, recorrido y elevado por el Espíritu. En sus propias palabras, “la mayoría de las experiencias espirituales, como la de Pablo en el camino de Damasco, o cualquier otra “iluminación”, son descritas utilizando el vocabulario de la luz. Así que tenemos una relación con la luz que es física, psicológica (afecta a nuestro estado de ánimo) y espiritual”. El artista californiano ha estudiado en profundidad la arquitectura sacra universal, a cuyas muy distintas formas hace continuamente referencias en su obra.

Los espacios espirituales de Turrell emanan colores complejos y profundos, muy inspiradores y envolventes. Es frecuente que las estancias y creaciones de Turrell cambien de color muy parsimoniosa e imperceptiblemente. Introduce así la experiencia de los ciclos de la vida e invita a una suerte de peregrinación interior. A través de los colores va creando un estado anímico y a la vez suscita la conciencia sobre nuestros ánimos y emociones. Piensa que la luz y los colores tienen incluso funciones sanadoras.

Son numerosas las obras de Turrell, pero pensando en que pueda inspirar rediseños o estancias de nueva creación, señalamos tres.

El cubo de Turrell

El espíritu humano busca en cada cosa su interioridad, aunque a veces quede preso alrededor del fetichismo. Cada cosa del universo es una señal incandescente del amor. Eso es lo que podría estar detrás de la primera estancia de meditación diseñada por Turrell. Consiste en un espacio en penumbra que centra nuestra mirada en un cubo blanco luminoso instalado a media altura de una de las esquinas. En otras versiones está en el suelo uniendo las tres dimensiones e la sala. En otras, cambia de color y va bañando la estancia con distintas tonalidades.

La luz es tan desbordante de emoción que supera al objeto, no es una cosa iluminada, sino que lo que vemos es una obra de luz, como si Turrell moldeara o esculpiera la luz misma. De hecho, el cubo que creemos ver no es tal, sino dos planos de luz conjuntados de tal manera que forman un trampantojo lumínico. Es la luz la que le da el volumen, no hay cosa. Lo que somos nos viene por la luz que recibimos, que nos transfigura y no es nuestra, sino que es compartida. Esta celebración de la luz nos invita a una profunda reflexión sobre la luz del Espíritu, abre a una experiencia sensorial, emocional y meditativa fascinante.

Realizada en 1967 y con el título de Afrum I, no consiste en un objeto, sino en toda una estancia en la que se produce una percepción que silencia la distracción y concentra. Para ello pinta de oscuro el suelo de modo que se acentúa la suspensión, crea un espacio de intimidad, genera entrañabilidad. Son expresamente estancias de meditación que despliegan todo el poder inspirador, simbólico y sensorial de la luz.

El cubo es considerado geometría de la sabiduría, la perfección y la permanencia. La Kaaba o Cubo es centro del Islam, y la Nueva Jerusalén también es descrita como un cubo. La filacteria usa originalmente el cubo para custodiar pasajes de la Escritura. Turrell también ha creado espacios creando pirámides de luz mediante trampantojos. Sus salas de meditación nos hablan de la expresividad de la luz para inspirar y crear una contemplación profunda.

Es una instalación sencilla, evocadora, capaz de transformar todo un espacio, compatible con otros elementos en la sala, desactivable, que no cansa, no impone un significado, sino que sugiere múltiples interpretaciones, es una agradable experiencia de percepción e irradia todas las posibilidades simbólicas y físicas de la luz.

Las escaleras al cielo, de Turrell

James Turrell ha ido evolucionando en complejidad y alcance sus obras, en parte gracias a su amplia formación como psicólogo, matemático y fotógrafo. Eso le ha permitido crear apariencias espectaculares que causan asombro y la experiencia de pacificadora maravilla. La mayor parte de las obras de Turrell son asomos al cielo. La escaleras que crea son paradigmáticas de su obra y recogen la tradición de Jacob, pero también la de las pirámides y, en general, las montañas.

El ascenso espiritual a lo sublime es el centro de la meditación y vivencia en la que se sumerge quien entra en tal espacio. Es una experiencia inmersiva que no se impone, sino que crea un espacio en el que uno vive una peregrinación sensitiva, psicológica, estética, espiritual, vital. Turrell trabaja con la dimensión aurática, un soplo de luz apacible que serena, una nube de luz en la que entramos, la irradiación nos recuerda que somos seres de luz, que la luz del amor da forma a todo lo que somos.

Hay varias creaciones de Turrell que usan el motivo de la escalera. En uno de ellas, titulada Apany, de 2011 —perteneciente a la serie llamada Ganfeld—, tenemos una sala alargada y una estructura de ocho escalones en forma de media pirámide maya que está pegada a una de las paredes de mayor longitud. La escalera termina en un rectángulo de luz, una habitación luminosa en la cual el participante puede entrar, queda envuelto en neón y puede bañarse en luz. Dependiendo de la posición, uno tiene una experiencia de llamada a la elevación, a ponerse en movimiento hacia lo alto. Si está en las escaleras se siente peregrino, avanzando hacia la luz. También hay una sugerencia de la unión mística cuando entra en la luz.

En el ortoedro —sus caras son seis rectángulos— en que entra el participante cuando culmina las escaleras, la iluminación crea un espacio homogéneo, las aristas y esquinas se desvanecen, parece uno estar en un espacio sin límites, convertido en un lugar infinito y eternal. Es una contemplación celeste en la que no hay arriba ni abajo, lado ni centro, uno se sumerge placentariamente en ella. Los puntos de enfoque del sujeto se difuminan, no puede poseer el espacio, sino que es invitado a entregarse a esa fusión visual.

El profundo simbolismo de la luz en el cristianismo y el resto de religiones así como en la historia de las espiritualidades, conecta y evoca de modo inmediato. Las estancias de Turrell crean con gran facilidad serenidad y meditación, son fascinantes y movilizan no solo las percepciones psicológicas, sino el alma y la historia de cada persona.

La ventana al cielo de Turrell

El color interior, es el nombre de una obra de 2013 en la que James Turrell hizo avanzar sus contemplaciones del cielo. Abre una ventana al cielo, que se convierte en ojo que nos mira, nos insta a la elevación, pero a la vez baña nuestra realidad transfigurándonos. De nuevo nos encontramos ante un trampantojo en el que la habilidad del artista para crear perspectivas y objetos de luz, asombra al participante —que nunca es espectador, sino que participa, se sumerge, forma parte de la obra porque su cuerpo también se convierte en incandescencia, se transfigura, tiene una experiencia de Tabor—. La intención de Turrell es servir un espacio de pacificación, contemplación, elevación y meditación.

Originalmente la estancia fue creada en la azotea del William C. Powers, Jr. Student Activity Center, en la Universidad de Texas. Los estudiantes son invitados a intimar con la luz y abrirse a la trascendencia. Es la obra en la que Turrell propone más expresamente la conexión con la luz interior.

 


*Créditos: La imagen Afrum I, de James Turrell procede del Museo Guggenheim. Las imágenes de Perfectly clear proceden de la wen focial del museo MASS MoCA , de North Adams, Massachusetts. La imagen de La luz interior procede de la web oficial de la Universidad de Texas. Todas las imágenes son usadas sin ánimo de lucro y con fines educativos y culturales.