Irak puede ser el viaje papal más importante de todos los tiempos


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Los obispos de Irak dan por seguro los planes del Papa para visitar el país el año que viene. Estamos hablando de Oriente Medio, claro, donde los planes a largo plazo tienden a desvanecerse. San Juan Pablo II tenía la sana intención de visitar la ciudad iraquí de Ur como parte de su peregrinación a los orígenes de la fe por el Año Jubilar de 2000, pero los problemas de seguridad aplacaron esa esperanza. El conflicto que cada vez se agranda más entre EE UU e Irán puede tener el mismo impacto en la agenda de Francisco.

Si el Pontífice termina yendo, será la mejor oportunidad de Francisco de llevarse la medalla de “el viaje papal más importante de todos los tiempos”. El cardenal Raphael Louis Sako, patriarca caldeo, ha dicho que espera que Francisco aproveche la ocasión para firmar un acuerdo con líderes del islam chií, similar al documento que, junto con el Gran Imán de Al-Azhar, la institución líder del mundo suní, presentó cuando estuvo en los Emiratos Árabes Unidos en febrero.

Por su parte, el arzobispo caldeo Alnaufali Habib Jajou, ha afirmado que el viaje del Papa representaría un momento de “renacimiento” para la comunidad cristiana. Los redobles indican que la presencia del papa en Irak es sumamente esperada y los pasos que deben darse, importantes.

168 viajes al extranjero desde Juan XXIII a Francisco

Desde que san Juan XXIII pusiera por primera vez un pie fuera de Roma en 1962, cogiendo un tren a Loreto, terminando así con un siglo de papas que se consideraban a sí mismos “prisioneros de Roma”, los pontífices han hecho un total de 168 viajes al extranjero, y han tocado tierra en prácticamente todas las naciones de la tierra en un momento o en otro.

No es de sorprendente que solo un puñado de estas salidas papales hayan superado el examen del tiempo, dejando un sello permanente. Por ejemplo, Pablo VI en 1964 en Tierra Santa y su encuentro histórico con el patriarca ortodoxo Athenagoras en Jerusalén o Juan Pablo II en Polonia en 1979, provocando que las piezas del dominó se tambalearan y finalmente terminaran con el imperio soviético.

Para drama total, no hay quien gane al viaje de Benedicto XVI a Turquía, un par de meses después de que su famoso discurso en Ratisbona provocara una tormenta de protestas alrededor del mundo musulmán y el miedo a un “choque de civilizaciones” entre cristianos y musulmanes.

En términos de iconografía, la visita en 2000 de Juan Pablo II a Tierra Santa, con la imagen indeleble de este papa polaco que creció a la sombra del Holocausto, parado frente al Muro occidental y dejando una nota manuscrita pidiendo perdón por siglos de cristianismo antisemita, no es fácil de superar.

Un viaje para la historia

Hasta ahora, Francisco ha tenido unas salidas bastante memorables, pero pocas a ese nivel: viaje a Brasil en 2013, con la famosa frase “¿Quién soy yo para juzgar?”; el viaje en 2016 a México que incluía una parada de oración en la frontera con EE UU y el cuestionamiento por parte de Francisco de las credenciales cristianas del entonces candidato Donald Trump; el viaje en 2016 a la isla de Lesbos, que terminó con el papa trayéndose a Roma a una docena de refugiados sirios en su avión; y el breve pero dramático viaje a los Emiratos Árabes Unidos, ofreciendo un poderoso contra-relato al extremismo y la tensión entre cristianos y musulmanes.

Es posible, no obstante, que un viaje a Irak pueda superar a todos estos en cuestión de imágenes y del impacto que puede tener. Esta sería la primera vez que un papa visite Irak, y en el contexto actual, ninguna salida de ningún otro líder mundial sería tan analizada, diseccionada y escudriñada. En efecto, le permitirá a Francisco cambiar las reglas del juego, desplegando su idea de reconciliación y una “cultura del encuentro” en aquella zona. Si tiene éxito, podría envalentonar a los moderados de toda la región.

Más allá de su estrategia política, diplomática y estratégica, una visita papal tendría un incalculable impacto en la minoría cristiana de Irak. La cristiandad allí está en soporte vital tras siglos de ciudadanía de segunda clase y décadas de desgaste debido a las turbulencias políticas y económicas, por no hablar de la masacre genocida cometida por el ISIS. La presencia de un papa sería un mundo para esta gente, un mundo que no les ha olvidado, y que no les abandonará.

Uno bien puede imaginar que, si Francisco va a Irak y la cristiandad aguanta, ese momento de pisar tierra iraquí como un punto de inflexión será recordado durante décadas. Por supuesto, los papas no deciden sus viajes basándose en consideraciones como entrar en la lista de “los viajes más importantes”. Nosotros, no obstante, a veces no podemos evitar pensar en esos términos, y en este caso, soñar con lo que pueda ser.