En el debate sobre el rearme de Europa frente a Putin y su nueva Unión Soviética, y ante la deserción de Trump, lo primero que ha saltado a los medios en España es el eufemismo. En efecto, la doctrina sanchista dicta que está prohibido decir “rearme”, no sea que los socios del Gobierno se molesten; así, se hablará de “seguridad”, de “defensa” y de objetivos tan amplios que incluyan el cambio climático, los trenes o lo que haga falta.
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Me parece que en algún momento he hablado aquí de los eufemismos en la Escritura. Pero, dada la situación, quizá no estaría de más recordar ahora algunas cuestiones. Así, en la Biblia, los pies son empleados, en muchas ocasiones, como eufemismo para los genitales, como ocurre en la escena de la vocación de Isaías, cuando se dice que los serafines se cubren con un par de alas los pies: “El año de la muerte del rey Ozías vi al Señor sentado en un trono alto y excelso. La orla de su manto llenaba el templo. De pie, junto a él, había serafines con seis alas cada uno: dos para cubrirse el rostro, dos para ocultar sus pies y dos para volar” (Is 6,1-2).
Lo mismo ocurre en el capítulo siguiente, cuando se alude a lo que harán los asirios cuando conquisten Judá: “Aquel día le afeitará el Señor [a Judá], con navaja alquilada al otro lado del Éufrates, la cabeza y el pelo de sus pies [o piernas], y le rapará la barba” (Is 7,20). Evidentemente, el profeta se está refiriendo a algo parecido a lo que hoy se llaman ingles brasileñas… según me han dicho.
Más eufemismos
Un segundo ejemplo de eufemismo es el que se encuentra en Job 1,5. Job llamaba a sus hijos tras los banquetes que solían hacer “para purificarlos. Con este fin se levantaba de madrugada y ofrecía un holocausto por cada uno de ellos, pues pensaba: ‘No sea que mis hijos hayan pecado y bendecido a Dios en su corazón’” (Job 1,5). Evidentemente, en el texto original no hay que entender “bendecir”, sino “maldecir” o “blasfemar”. Probablemente, por un prurito piadoso se cambió eufemísticamente por “bendecir”. Es lo mismo que vemos en 1 Re 21,13, donde se acusa falsamente a Nabot, a quien el rey quería arrebatarle su viña: “Nabot ha bendecido a Dios y al rey”.
Es inevitable que en el lenguaje ordinario se utilicen eufemismos para evitar palabras que hieren o dañan, o que simplemente resultan improcedentes por alguna razón. El problema es cuando se emplean eufemismos para ocultar la realidad y fabricar otra hecha a la medida.