José Luis Pinilla
Migraciones. Fundación San Juan del Castillo. Grupos Loyola

Ha100do nueva la vida


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Jeroglífico para comenzar el año. De fácil resolución: Haciendo nueva la vida. Escribir es apostar modestamente por la novedad permanente de la vida. Porque estamos en año nuevo para hacer de verdad nueva la vida “renacida” hace unos dias.

Hago un guiño con este título a mis cien artículos en el blog de “Vida nueva” –que hoy cumplo agradecido– bajo el paraguas de una portada que me dijeron al escogerla que era algo así como “de frontera”: Desde la valla. Como si estuviera en este final de año en el quicio de una puerta cerrada o abierta. Ante el paso de una vida a otra que se soñara siempre nueva “desde la valla” atravesando impedimentos y rejas variadas que son muchas veces como zancadillas. Entreviendo desde uno y otro lado, los que están a cada paso, comenzando nueva vida: mis hermanos migrantes, que en 2020 llegaron a ser 281 millones de personas.

Puerta de la esperanza

Que ellos, quizás, son avanzadilla de los que en cada huella van dejando la novedad de la existencia luchadora tantas veces en búsqueda . Su huella quizás no refleje el talón de sus pies apoyados totalmente en el suelo , pues es un caminar, casi en vuelo constante ( por tierra , mar y aire) en busca de esos cielos y tierra nuevas” de los que habla la Biblia. Por eso también son paradigma para los cristianos. Sus pies son los de los mensajeros. “Que hermosos son los pies del mensajero que anuncia la paz” que encabeza el mensaje del papa para el comienzo del año. Con sus vidas son como carteros entre los mundos , tan necesitados de encuentros.

Quiero saludarlos siempre. Y más al comienzo del año nuevo aunque como dice Pablo Neruda en su ‘Oda al primer día del año’ ese primer día es «un pobre día humano», a lo que añade algo más. Es una «pequeña puerta de la esperanza», un tronco del que «las hojas salen verdes».

A la puerta de la valla

Y aquí me tenéis ante la bisagra del nuevo año, a la puerta de la valla que se abre y cierra a gusto del consumidor. Es decir a gusto de los intereses de los poderosos de turno que siguen sin mover un dedo por una migración ordenada, segura, y regulada que evite tantas muertes. Tantas que nada importan. Con gente que quiere entrar y salir. Moverse como se mueve la libertad de los mercados para quienes no hay vallas ni verjas mientras se estancan los sueños de los mejores futuros de millones de hombres y mujeres.

Aquí estoy. Desengañado ya y hasta cierto punto hastiado de tantas promesas incumplidas de igualdad, fraternidad, justicia, bondad… Probablemente es que yo siga en el año viejo. La OIM ha informado de un aumento trágico en el número de víctimas mortales en travesías migratorias y el saldo de muertes en 2021 asciende a 4.470. Recordando estas cifras no esdtá mi cuerpo como para celebrar el paso al nuevo año con las viejas costumbres de cotillón y carcajada de plástico. Y es que me cuesta ser valiente como el papa Francisco nos pide para enfrentarnos a “los nuevos Herodes de nuestros días que desgarran la inocencia de los niños bajo el peso del trabajo esclavo, de la prostitución y la explotación, de las guerras y la emigración forzada” en su mensaje el día de los Inocentes. En España tres inmigrantes por día han muerto en este año cuando navegaban hacia el Estrecho.

Nueva vida

Sin embargo junto con las cifras tan dolientes sobre los miles de muertes en su lucha por la nueva vida quiero asomar la cabeza a la vida nueva que dicen que ofrece 2022 y retomo a Benedetti que pone voz –también– a todos los que caminan buscando las novedad de un futuro mejor. Y que vale muy bien para los que caminan lejos de su tierra, diciéndoles:

“No te rindas, aún estás a tiempo
de alcanzar y comenzar de nuevo,
aceptar tus sombras,
enterrar tus miedos,
liberar el lastre,
retomar el vuelo.

No te rindas que la vida es eso,
continuar el viaje,
perseguir tus sueños,
destrabar el tiempo,
correr los escombros,
y destapar el cielo.”

Hoy mi cuenta llega aquí a cien artículos, y la calidez y el afecto se multiplica muchas más, conformados por buenos vecinos –unos conocidos y otros no– que escriben y leen , que me acompañan en instantes diarios para alimentar mi esfuerzo y me ayudan a levantar la mano y en la medida de mis posibilidades, para seguir bendiciendo anónima y humildemente, en el cambio del año, a los fugitivos innumerables que, aunque huyan de una vida imposible para ellos y sus familias, van ha100do un futuro mejor al querer rehacer su vida.