Redactor de Vida Nueva Digital y de la revista Vida Nueva

¿Ha enterrado la ministra Pilar Alegría el hacha de guerra contra la educación concertada?


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La entrevista

Hace unas semanas, la nueva ministra de Educación y Formación Profesional, Pilar Alegría, concedía una de sus primeras entrevistas a la Cadena Ser, la misma que unas semanas antes había filtrado su inminente nombramiento en la última remodelación del Consejo de Ministros. En el programa ‘Hoy por Hoy’ avanzaba algunos de los objetivos del nuevo curso escolar en el que siguen las medidas sanitarias y comienza la implantación de la llamada ‘ley Celaá’.



Tras las preguntas sobre la vacunación de los estudiantes y destacar algunas cosas que la nueva ministra llevaba en la agenda –como señalar que se iba a cumplir la promesa de Pedro Sánchez de apostar por la FP creando 200.000 nuevas plazas ya desde septiembre, dato que volvió a repetir en un acto el pasado viernes, 20 de agosto–; habló de otras cuestiones. La escuela concertada fue una de ellas. La que fue hasta hace poco delegada del Gobierno en Aragón y, antes, consejera de Innovación, Investigación y Universidad del Gobierno de Aragón fue conciliadora en su primera intervención en solitario en un escenario así.

Alegría se presentó como “firme defensora” de la colaboración entre la educación pública y concertada, que es “un elemento clave para una educación de calidad”. Además, añadió que la escuela concertada “juega un papel clave” y recordó que “a algunos se les olvida, pero si los conciertos existen fue por una ley de un ministro socialista, José María Maravall”. Todo ello con un tono muy diferente al de la ministra Celaá en el congreso de Escuelas Católicas clamando que “los hijos no pertenecen a los padres”.

“La educación es un servicio público que se presta a través de la pública y la concertada, el trabajo entre las dos redes es un elemento clave”, dijo abiertamente. Para ella la Ley Celaá es “muy clara en esta cuestión: cuando un centro recibe fondos públicos tiene que ser corresponsable, impidiendo la segregación”. Y ante las protestas en las calles contra la Lomloe simplemente opinó: “No creo que fuera en todo su conjunto”. Ante la crítica por la falta de acuerdo para llegar a la ley aprobada prometió: “El diálogo es absolutamente primordial. No entiendo hacer política sin dialogar ni debatir con el resto de agentes”.

“Nos alegramos del discurso respetuoso de la ministra Alegría respecto a la enseñanza concertada, que responde a la realidad social y al contenido de nuestra Constitución si bien reiteramos la necesidad de llegar a una participación real de la comunidad educativa en los desarrollos de la Lomloe”, señalaba como reacción a estas palabras el secretario general adjunto de Escuelas, Luis Centeno, en Abc.

Los currículos

Las palabras de la ministra sobre el diálogo parecen contrastar con los primeras concreciones que se van conociendo. Aunque la comunidad educativa ha podido responder a unas simplistas encuestas en una web oficial sobre la distribución de algunas enseñanza; la prensa nos anticipaba poco después de la entrevista los proyectos de real decreto por el que se establece la ordenación y las enseñanzas mínimas tanto de Educación Infantil como de Educación Primaria. Sendos decretos –en borrador– van acompañados de sus anexos en borrador.

Entre algunos docentes –de cierta tendencia– se ha cuestionado que se puedan opinar de unos borradores filtrados. Una curiosa indignación que ha servido para no entrar en el debate de algunos contenidos o simplificar los titulares de una buena labor periodística. Como periodista me ha parecido muy bueno el trabajo de las compañeras que han accedido a la información y han ofrecido en los medios generalistas un buen acercamiento a las 39 páginas hechas por los técnicos del ministerio sobre Infantil y a las 120 páginas de los anexos y el decreto de Primaria. Un trabajo en el que se dice algo más que si se quitan los dictados que no se puede silenciar, simplemente, matando al mensajero. En esta misma revista y página web se han publicado varios anteproyectos o anticipios de documentos magisteriales… algunos en etapa de discusión y, precisamente, han alentado la discusión.

Como docente en activo –aunque en una etapa diferente a la de los decretos que se han filtrado– mi acercamiento a estos decretos es desde la prevención de lo vivido en etapas anteriores. De la misma manera que uno no se puede acercar a la literalidad de la Lomloe simplemente desde las teorías pedagógicas que se manejan –de ahí muchas de las advertencias de ‘Más Plurales’ sobre la vía judicial que se cierra a la hora de recurrir determinados abusos–; repasar estos borradores no es algo neutro. Desde luego, revisando el anexo de ‘Educación en Valores’, por poner un ejemplo, se disparan alarmas que ya se vivieron con la ley que la propia Celaá ha rescatado en muchos sentidos. Desde luego hay mucho sobre lo que se puede dialogar; pero ya veremos lo que va del borrador a los reales decretos, antes de que las comunidades autónomas hagan su magia.

La lección

Y todo esto saliendo de una pandemia que ha dejado en evidencia a muchos sectores de la sociedad –algunos políticos entre ellos– que no saben que realmente la escuela ha cambiado. Las felicitaciones y las alabanzas a la capacidad de adaptación de docentes y escolares a las restricciones pueden haber silenciado las opciones de paralizadas por un curso que en muchos aspectos –refuerzos, trabajo cooperativo y en grupo, el valor de lo extraescolar, las propuestas pastorales, la capacidad relacional…– ha sido fallido. Hay debates parlamentarios y discusiones incluso de familias con niños en edad escolar que parece que no han salido de la escuela más rancia con un discurso que se agota en ensalzar lo memorístico y los contenidos tradicionales.

Como si no hubiéramos avanzado nada… como si la escuela siguiera sin darse por aludida con aquellas interpelaciones de los alumnos de Barbiana en 1967 –con Lorenzo Milani enfermo y al final de sus días– cuando ya reclamaban que la escuela estaba llamada a vivir un cambio integral. “He aprendido que los problemas de los demás son los míos. Salir de ellos, todos juntos, es una cuestión política. Salir de ellos, en solitario, es avaricia”, se lee en un momento de la carta. Así de radical. ¿Cuándo nos tomaremos la educación en serio?