Jesús Manuel Ramos
Coordinador de la Dimensión Familia de la Conferencia Episcopal Mexicana

Frente a la adversidad


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Un psicólogo austriaco de origen judío, Viktor Frankl, especialista en neurología y psiquiatría, entre 1942 y 1945 experimentó el terror de vivir en cuatro campos de concentración nazi, incluyendo Auschwitz. En la pesadilla de estos campos, perdió a su esposa, a sus padres, a su hermano y a muchos amigos. Al término de la guerra, escribió varios libros que sentaron las bases de nuevas corrientes de la psicología actual. Pero entre todo ello, acuñó una frase que resume su experiencia y ahora te comparto: “Las circunstancias externas pueden despojarnos de todo menos de una cosa: la libertad de elegir cómo responder a esas circunstancias“.



La insatisfacción es una especie de motor que mueve las voluntades de las personas y nos motiva a tomar actitudes específicas. A veces se trata de la falta de  aquellas cosas de primera necesidad, es decir, de cosas vitales como alimento, un hogar donde vivir o ropa que vestir. Luego están las inconformidades por cosas también importantes pero de otro orden, como tu medio de transporte, la educación recibida, y hasta el tipo de familia de que vienes. Finalmente, hay otras inquietudes más profundas como el amor que no has recibido, el respeto que te ha faltado, la atención que no te han dado, o la falta de entendimiento que experimentas. Al final de cuentas la insatisfacción no es un sentimiento malo, solo es el resultado de un deseo natural de tener más, de ser más y de vivir mejor, pero puede salirse de control cuando se convierte en una necesidad prácticamente inagotable, que nada es suficiente para satisfacerla. Capítulo aparte merecería el análisis de en qué proporción nuestras necesidades son reales, o son provocadas por quienes ofrecen “cubrirlas”.

Es importante nuestra reacción ante los anhelos no cubiertos o cuando se presenta una condición desfavorable. Podríamos caer en la depresión, en la frustración, o hacer un buen manejo de la situación. La depresión nos puede llevar a abandonar nuestras metas, a perder la esperanza y a vivir en angustia y desolación el resto de nuestros días. La frustración nos puede hacer actuar de manera violenta o de manera desconsiderada, generando más problemas para nosotros y para quienes nos rodean.

Finalmente queda el manejo de la situación, en donde la inteligencia emocional tiene que jugar un papel importante. De entre nuestras inconformidades, conviene entender que hay cosas que no podemos modificar, pero es posible ajustar nuestra actitud ante ellas. Cuando ya de por sí,  la insatisfacción nos acompaña cotidianamente como ese motor interno que nos mueve hacia nuevas metas, en las circunstancias actuales, todo adquiere mayores magnitudes: podemos sentir mucha inquietud por nuestra situación económica, un terrible dolor al perder seres queridos, intensa angustia de no poder ofrecer a nuestra familia lo que deseamos, así como una gran inconformidad al no poder tener un contacto más cercano con familiares y amigos. Todo esto hemos de aprender a manejarlo y que no se convierta en causa de depresión, frustración o actitudes violentas e irresponsables.

Aprender a superar los problemas o crisis de nuestra vida con la ayuda de los recursos personales, nuestras actitudes y el apoyo de quienes nos rodean es el concepto de la resiliencia. Te invito a explorar mas sobre este modo de abordar las situaciones.

No es extraño sentir cansancio o agobio, es normal tener miedo y también es válido sentir insatisfacciones. Las bienaventuranzas (Mt 5,3-12), terminan de arrojar una luz definitiva sobre nuestras realidades, pero sobre todo en nuestra fortaleza espiritual. Nos ofrecen consuelo, justicia, misericordia, paz y recompensa a nuestros afanes.

Independientemente de las situaciones y eventos adversos presentes y futuros en nuestra vida, sepamos mantener la estabilidad de nuestra barca familiar en medio de la tempestad, contando siempre con el amor y la presencia de Nuestro Señor, quien todo lo puede, todo lo ve y quien siempre nos ama.