Expulsar del sacerdocio a McCarrick no significa que el caso haya acabado


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El Vaticano anunciará una resolución en el caso del antiguo cardenal Theodore McCarrick, acusado de abusos sexuales a un niño de 16 años hace 50, así como de varios incidentes con sacerdotes y seminaristas, como ha adelantado Vida Nueva. Según parece, McCarrick perderá su estatus clerical, más comúnmente dicho, será “secularizado”. Cuando esta decisión no es voluntaria, en el derecho canónico se considera como la pena de muerte para un clérigo, el castigo más severo que se pueda imponer por una ofensa especialmente atroz.

McCarrick ya recibió una sanción poco habitual en julio, cuando se convirtió en el primer cardenal en perder el solideo en cien años. Si damos por hecho la secularización, también será el cargo más alto de la jerarquía católica en sufrir este castigo en la era moderna. Por lo que sabemos, la estrategia en los tiempos del anuncio es deliberada, ya que Francisco y su equipo quieren que el caso McCarrick se resuelva antes de una cumbre al más alto nivel posible: los presidentes de las conferencias episcopales de todo el mundo, sobre los abusos sexuales del clero prevista para febrero, del 21 al 24.

La cuestión es: aunque McCarrick sea reducido al estado laical, el caso no se habrá terminado. Seguramente, el fantasma de un cardenal castigado con la pena máxima en la Iglesia enviará una señal importante ante la cumbre del Papa, sugiriendo que Francisco está comprometido con una “tolerancia cero”, sin importarle quién está involucrado. Aunque, realmente, lo que conseguiría es confirmar algo que la mayoría de los observadores creen se debería haber resuelto hace mucho tiempo: que, y en palabras de S. Juan Pablo II, “no hay sitio en el sacerdocio ni en la vida religiosa para aquellos que hagan daño a los pequeños”.

Medidas severas

Ya sabemos que, por lo menos en la mayor parte de Occidente, la Iglesia ha adoptado severas medidas hacia el clero que haya abusado de menores. Con semejante acusación, esta persona será inmediatamente suspendida del ministerio mientras la investigación canónica se desarrolla y su caso se reporte a las autoridades civiles. Si se le encuentra culpable, probablemente se le secularizará. Esto lleva siendo así una década, y lo único que el caso McCarrick demostraría es que los cardenales no están exentos. Aunque esa es solo parte de la batalla, porque lo que las víctimas y defensores quieren no es solo las responsabilidades por el abuso, sino por el encubrimiento.

Lo que ha enfurecido a la gente desde el principio del escándalo McCarrick no es solo el esquema de comportamiento que se ha revelado –que puede ser especialmente mortificante pues involucra a un excardenal– y que, en sí mismo, es tristemente familiar. Lo que ha generado una sensación de frustración en las bases católicas es la percepción de que las autoridades superiores de la Iglesia eran conscientes de la preocupación sobre McCarrick pero siguieron ascendiéndole en la jerarquía, por razones políticas o por propio interés.

Desde el principio, el clamor no ha sido por las medidas disciplinarias hacia McCarrick, por muy bienvenidas que la gente piense que son. Sinceramente, la secularización en este punto es sobre todo simbólica, dado que McCarrick tiene 88 años y está recluido en un monasterio capuchino en Kansas. La demanda real es por la revelación de quién sabía, qué sabía y cuándo lo supo, quién le impulsó hacia el poder y qué sabían de los rumores e informes que había sobre él en aquel tiempo…

Contra el encubrimiento

Francisco pronto se dio cuenta de que gestionar el encubrimiento sería tan importante como gestionar el castigo. Una declaración vaticana dijo que había ordenado un “estudio detallado de toda la documentación presente en los archivos de los dicasterios y oficinas de la Santa Sede” para determinar “todos los hechos relevantes, ponerlos en el contexto histórico, y evaluarlos objetivamente”.

Cómo o cuándo se comunicarán los resultados de esa investigación no se dijo, aunque el Vaticano declaró que las conclusiones se revelarían a su debido tiempo. También parecían preparados para dejar caer las fichas, lo que lleva a pensar que la investigación dará mala imagen a alguien: “El examen de los hechos y de las circunstancias puede sugerir que las opciones que se escogieron no estarían en consonancia con las que se escogerían ahora en estos temas”.

Finalmente, el Vaticano explicó las razones para dicho examen de sus archivos en los términos más claros posibles: “Tanto el abuso como su encubrimiento no pueden tolerarse más”, decían. Precisamente, o hay responsabilidades por el crimen y por el encubrimiento, o el trabajo no estará hecho. Han pasado más de cuatro meses desde que el Vaticano anunciara este examen minucioso y por ahora, “su debido tiempo” parece que no ha llegado, ya que no se ha publicado nada sobre los hallazgos del estudio.

Cardenal Th. McCarrick, arzobispo emérito de Washington

Pero claro, los expertos avisan, seguramente no habrá un “arma homicida” en los archivos, es decir, una prueba irrefutable de que alguien tuviera el firme conocimiento de los pecados de McCarrick y le permitiera seguir ascendiendo. Como mucho, tendremos indicios y nos quedaremos atando cabos, nada más. Si Francisco y sus consejeros quieren despachar el caso McCarrick antes de la cumbre a finales de este mes, entonces, la secularización no será suficiente. Tendrán que explicar cómo llegaron al punto de tomar esa decisión y, por supuesto, dar razones para pensar que no volveremos a esto nunca más.