Ianire Angulo Ordorika
Profesora de la Facultad de Teología de la Universidad Loyola

Estar en el lugar adecuado (como el husky de mi vecino)


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A estas alturas quienes leéis este blog ya sabéis que tengo un patio de vecinos en el que suele haber bastantes novedades de año en año. El otro día, al asomarme a la ventana descubrí que tenía un husky siberiano precioso como nuevo vecino en uno de los pisos de enfrente. Es uno de esos perros de pelaje brillante, negro y blanco, y estaba tumbado en una pequeña terraza en la que apenas se puede estirar demasiado.



Mc 6,11

Me gustan mucho los perros, tanto como para que se me frustrara la vocación a la veterinaria cuando de niña descubrí que trataban también a otros animales. Con todo, este husky me hace pensar mucho en la importancia de estar en el lugar adecuado. El ser humano tiene una capacidad infinita de adaptación y, además, está claro que las circunstancias no nos determinan y que podemos aprender a situarnos ante ellas. Hay muchas realidades que no elegimos, que nos vienen dadas, como las cartas que se reparten en una partida de mus, y que solo podemos aspirar a jugar con ellas la mejor de las partidas posibles. En cambio, hay otras muchas situaciones en las que nos podemos estar encontrando como el husky siberiano de mis vecinos: intentando sobrevivir en un contexto que no es para el que estamos hechos, que limita nuestro potencial y ni nos hace bien ni hace bien a quienes nos observan.

Husky siberiano

Husky siberiano

Ni todas las flores son capaces de florecer en el mismo lugar, ni todos los contextos vitales son adecuados para desplegar el potencial de las distintas personas. La diferencia más importante es que conocer las condiciones del terreno más adecuadas para una planta o qué raza de perro se adapta mejor a una climatología o a un ritmo vital se puede conocer a golpe de clic a través de internet. En cambio, que una persona tome conciencia de que su situación no le está haciendo bien y que necesita cambiarla es mucho más complejo. Requiere de mucho discernimiento y mucha valentía para salir de allí sacudiendo el polvo de los pies (cf. Mc 6,11) y lanzarse a habitar otros espacios existenciales en los que poder desplegarse y desplegar a los demás… como el husky haría en Siberia.