Jose Fernando Juan
Profesor del Colegio Amorós

¿Es posible dialogar en Twitter…?


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Es una pregunta recurrente desde su mismo inicio. Y como ya tenemos cierta experiencia y recorrido, lo normal es haber pasado por casi todas las situaciones anímicas: entusiasmo, desesperación, confusión, malestar, reconocimiento, alegría, aburrimiento, tedio, abandono… y tantas otras. Además, con nuestra capacidad de análisis y reflexión, hemos incorporado palabras que nos ayudan a explicar toda esta desafección y dificultad: polarización, temas de conversación, línea de tiempo, caducidad, liderazgos, comunidades, vinculación, etc.



Volvamos a la pregunta: ¿Es posible dialogar en Twitter? Pues, pese a todo lo que se quiera decir, la respuesta correcta, la única respuesta correcta es, y conviene no equivocarse y comprenderlo de otro modo: Sí, por supuesto que sí; un Sí rotundo y claro, certero y fuerte. La conversación es a Twitter esencial. La clave principal de la importancia de esta red social, y quizá no de otras, es la interacción.

Los hermanos hablan

Perder la confianza y cultivar la desesperación llevará a construir y participar de eso mismo que negamos. Pongo dos ejemplos recientes, evitando nombres. Una persona allende los mares está haciendo una tesis sobre un tema, que me confía en conversación privada. Es muy interesante. Recuerdo que otra persona está haciendo algo parecido por aquí cerca. Le digo a una que la otra está en ese asunto y escribo a los dos, en privado siempre, para que hablen. Una de ellas me dice muy sinceramente que no se atreve a molestar al otro, que le parece invasivo. Mi comentario espero que ayude a pensar qué está ocurriendo: “¿Pero no sois hermanos? Los hermanos hablan”.

Segunda situación. Entre lo mejor valorado siempre está la capacidad de intercambio. Perfiles de renombre que -aquí parece que es el trabajo más duro del mundo- “se molestan” en responder, comunicarse con otros, leer. La trampa, para quien no lo sepa, es que el algoritmo -esas matemáticas que construyen las paredes hogareñas y los muros defensivos de la red- premia fundamentalmente que se reciba mucho y se dé poco, que se acumule y se incremente mucho la “avaricia”. Es una forma de “crecer” en significatividad que todos conocen. Por eso no nombran, por eso no se “rebajan” a comentar a otros, ni a compartir lo que otros digan salvo esporádicamente. Sin embargo, podéis rastrear en la red cómo otras personas se sitúan de modo bien diferente, como comunidad de mutuas relaciones. Esto, que no se percibe, es de lo más arriesgado como estrategia digital.

Un sujeto eclesial

Hace unos días compartí una frase, luminosa, de Javier Gomá, de su libro “Dignidad”, que sin duda resuena especialmente entre cristianos -o debería-: “La amistad, de suyo difusiva, no cabe en los confines de un solo jardín, por grande que sea, ya que en esta materia rige el principio de transitividad, que establece la alta probabilidad de que el amigo de mi amigo llegue a serlo mío también. Al menos como ideal, cabría imaginar entonces una ola de amistad que extendiese su ley a la comunidad política en su conjunto y crease una costumbre general entre todos los ciudadanos. La ley de la amistad saltaría entonces los muros del Jardín de Epicuro, situado en el extrarradio de Atenas, y se promulgaría también en la ciudad vecina y luego en todas las ciudades”. Esto está publicado -escrito, no se sabe cuándo- desde septiembre del 2019. Un año antes que Fratelli Tutti. Y debo aplaudir la intuición y el entusiasmo, el empuje que aporta a la construcción de relaciones sociales profundas. Es una urgencia, también en las redes.

La pregunta, para todo usuario de redes común u ordinario, sería: ¿Para mí es posible dialogar en redes: comentando y generando espacios abiertos de conversación? ¿Es esta mi actitud? Pero, me atrevo a dar un salto más. También hay un sujeto eclesial presente en Twitter, una auténtica comunidad plural y diversa -en la que, por otro lado, convendría ir sabiendo discernir bots y apartar su ruido, y el único modo es el cara a cara, el reconocimiento humano y directo- que todos los días abre nuevos espacios. La pregunta para el sujeto eclesial, para los cristianos presentes: ¿Qué tipo de conversaciones estamos teniendo? ¿Qué mostramos al mundo y cómo hacemos iglesia en este espacio público?