Redactor de Vida Nueva Digital y de la revista Vida Nueva

¿En qué se parece Ayuso a la Virgen María?


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El icono

Una de las últimas creaciones de la artista burgalesa Silvia Flechoso es una reinterpretación de La Pietà del joven Miguel Ángel a partir de la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso. El rapero C. Tangana completa la escena al pie de la cruz como Jesucristo. Para la artista, la emergente figura política del PP madrileño es uno de los iconos pop del momento. Desde luego, la propuesta ha sido una de las más comentadas de la la feria ArtMadrid, celebrada en la Galería de Cristal del Palacio de Cibeles.



La artista confía en las posibilidades de la canonización artística de Ayuso, ya que su obra tenía el precio determinado: 21.800 euros. Satisfecha por el revuelo en torno al cuadro, la autora invita a que cada uno pueda interrogarse por un lienzo en el que junto a la inspiración en la escultura que recibe al visitante de la basílica de San Pedro hay resonancias de Tiziano, Giorgione, también Velázquez y el renacimiento barroco, según asegura la propia Flechoso, quien se considera una seguidora de la Escuela Veneciana con los lenguajes más contemporáneos del arte. Ajena a las críticas –y a los cientos de memes que has surgido a partir de la aureola de Ayuso–, Flechoso ha elegido el cuadro como bienvenida de su web oficial.

El posado

La imagen original que ha elegido la autora, de mayo de 2020, no suscitó una buena acogida. Un año antes de las elecciones autonómicas, en los momentos más intensos de la pandemia, la presidenta autonómica aparecía en la portada de El Mundo con una caracterización que recordaba de forma inmediata a la iconografía de la Virgen de los Dolores. Junto al maquillaje sutil, el pelo recogido o el atuendo negro, las manos de Ayuso parecían un guiño a la imagen del cuadro de la Virgen de la Paloma –patrona del Madrid más castizo, frente a la oficial Virgen de la Almudena–.

Si bien la entrevista de entonces afrontaba las cuestiones políticas de la pandemia del momento –con algunas dimisiones en Madrid sobre la mesa, unidas al pulso existente entre la Puerta del Sol y la Moncloa–; lo cierto es que Ayuso hacía entonces gestos que otros (políticos) no hacían. Junto con aplausos y mareas, la presidenta de Madrid alababa sin pudor a las religiosas y lamentaba la pérdida de algunas de ellas de las que decía que “siempre están ahí” o dejaba una reunión de presidentes autonómicos para acudir a la misa dominical de Osoro en la Almudena cuando todos estábamos encerrados. De hecho,  en una entrevista en las primeras semanas del toque de queda llegó a afirmar que “hemos detectado en estos días un porcentaje altísimo de contagio entre religiosas, monjas que están confinadas en sus colegios y en residencias” y reclamaba en Cope que no dejaran de avisar cuanto antes a las autoridades sanitarias.

La conversión

Recuperé la fe tras la primera ola de la pandemia, después de ir a unas cuantas misas y después de la cantidad de gente que me dijo que rezaba por mí”, confesaba la semana pasada la líder madrileña del Partido Popular a Bertín Osborne en el programa ‘Mi casa es la tuya’, de Telecinco. Curiosas declaraciones de alguien que hasta ahora ha mantenido desconcertados a quienes la han querido encasillar en las diferentes ramas en las que transita la actual (extraña) derecha española. Sin un pasado político que la condicione mayormente, el icono pop de Ayuso se agranda.

Es curioso que mientras de algunos de sus oponentes electorales sabemos con detalle su discurso político y su panorama sentimental, con Ayuso, a sus 42 años, las biografías empiezan hace apenas una legislatura (o media). Quizá en esta discreción se parezca a María de Nazaret la joven de Sotillo. Periodista de formación, la política ha sido su hábitat desde que salió de la universidad. Su discurso cercano al área liberal de los conservadores aprovecha el tirón del populismo que ha prendido mecha en Europa. A esto se suma que esta dolorosa pop ha sido el blanco de críticas y ataques en las estrategias gubernamentales contra la pandemia –así como estudiados codazos de fuego amigo dentro de su partido–. Estas experiencias le ha servido para obtener una amplia mayoría en las urnas y un discurso más libre que deberá concretarse aún más allá de los horarios de la hostelería o la campaña de vacunación. Ayuso, como todos, contenta o provoca recelos a partes iguales entre los creyentes –que siempre hay de todo–, pero solo en sus manos está la alternativa de trazar su propia iconografía y elegir los posibles milagros que le llevarán (o no) a una canonización popular.