José Beltrán, director de Vida Nueva
Director de Vida Nueva

En primera fila


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JUEVES

Me pasan un dato que desconocía. En la puesta de largo del Sínodo sobre la sinodalidad de octubre, se midió al detalle la presencia de cada cual en el aula. Proporción: tres laicos por un monseñor. Se predica con el ejemplo. Roma, esta vez, va por delante. A diferencia de antaño, no se diagnostican tortícolis. Una lástima.



SÁBADO

Las flores de Pascua y yo somos incompatibles. Ya ha caído la primera. Ni una sola hoja queda en apenas dos semanas de convivencia. No ha llegado ni a la Inmaculada. La desnudez del Adviento se apodera de mi mesa. Deja en evidencia mi ‘cultura del descuidado’.

DOMINGO

Un perro se cuela en la carpa de Lesbos en la que toma la palabra el Papa. Las autoridades políticas presentes, con el mismo derecho a silla y a primera fila que los que permanecen atrapados en los prefabricados. Por unos instantes, la misma dignidad, que se esfumará cuando unos regresen a sus despachos y los otros, a los barracones. Por un momento, la estética de lo perfecto se rompe porque se impone la realidad imperfecta de las heridas. Cuando termina la retransimión, yo también vuelvo a despachar y saco fuera de plano sin piedad a los que, por unos instantes, ocuparon esa butaca preferente. La globalización de mi indiferencia.

LUNES

Pleno en las portadas de todos los periódicos españoles. La imagen de Francisco con los niños refugiados y su denuncia se hacen hueco. Reconciliación mediática provocada por un Papa que lograr interpelar la conciencia colectiva, tanto de un ala y como del otro. Más que una luna de miel. Autoridad ganada a pulso.

MARTES

Tres plazas episcopales en una semana. Nombramientos a ritmo de crucero. Y los que quedan por venir. Comisionados. El nuncio propone. Y hay quien dispone.

MIÉRCOLES

En Añastro hay quien dice estar sorprendido por que el Gobierno haya filtrado a los medios la designación de Isabel Celaá como embajadora antes de lograr el plácet vaticano. A estas alturas, más valdría estar acostumbrados a los malabares mediáticos de Moncloa. Aunque Iván Redondo ya no esté en cocinas.

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