–Leon XIV y su mensaje a la Curia Romana y a la de Monterrey también-
No es común que el Santo Padre hable de la Curia en los primeros días de su pontificado. Francisco, por ejemplo, se dirigió a ellos casi nueve meses después de su elección. Pero el papa León XIV lo hizo recientemente con gratitud, con realismo y, sobre todo, con una hondura que no pasa desapercibida para quienes servimos desde hace años en la vida de la Curia de una Iglesia local.
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No solo he trabajado en la Curia de la Arquidiócesis de Monterrey, sino también en la Conferencia del Episcopado Mexicano por casi 7 años, y por poco más de 2 años en el Consejo Episcopal Latinoamericano, del que fui secretario general adjunto. Sé que la palabra ‘Curia’ puede sonar a oficina, a trámite, a estructura, pero cuando el Papa nos recordó que es el lugar donde se guarda y transmite la memoria viva del ministerio de los obispos, me hizo mucho sentido, pues no somos una estructura por detrás del pastor, somos parte del cuerpo que sostiene su ministerio.
Esa memoria no es archivo, no es nostalgia, sino raíz. El Papa dijo con claridad que la memoria nutre el presente y orienta el futuro, porque sin memoria el camino se pierde. Y en lo personal creo que es así, porque además, sin misión, la memoria se seca. Por eso el otro eje de su mensaje: la dimensión misionera, no fue un complemento, sino un equilibrio necesario. Es fácil pensar en misión como algo lejano, como destino geográfico o actividad pastoral. La primera misión empieza en la forma como nos tratamos entre nosotros. No hay misión sin comunión, no hay comunión sin humildad y no hay humildad sin oración.
El Papa no contrapuso Curia y evangelización. Al contrario: dijo que toda institución ligada al ministerio petrino está al servicio de la misión. Que las reformas de la Curia no fueron solo ajustes de organigrama, sino decisiones pastorales en coherencia con Evangelii Gaudium. Y no lo dijo desde afuera, lo dijo como alguien que la ha vivido por dentro, habiendo sido prefecto de un dicasterio de la Curia Romana.
En ese momento, no lo escuché solo como Papa, lo escuché como hermano que también fue parte de la Curia, que trabajó codo a codo con otros, que vio lo que cuesta hacer comunidad donde hay jerarquías, presión y velocidad. Y por eso, cuando pidió que cuidemos las relaciones cotidianas, los pequeños gestos, la humildad, la paciencia… no estaba pidiendo solo un protocolo, estaba pidiendo que el Evangelio sea vivido en los pasillos, en los escritorios, en los correos electrónicos y en la atención a los fieles, sobre todo a los más necesitados. Porque Curia, como lo dice mi arzobispo monseñor Rogelio Cabrera López, es sinónimo de cuidado.
Agradezco mucho las palabras del papa León XIV. Fueron una especie de ‘recordatorio de identidad’ sobre quiénes somos los que trabajamos en la Curia, qué custodiamos, y a qué estamos llamados a servir.
Hay una frase que me quedó grabada: “Si hemos de cooperar todos a la gran causa de la unidad y del amor, empecemos por nuestro comportamiento diario, también en el ambiente de trabajo”.
La Curia puede parecer un engranaje, pero está hecha de personas, y cada una es un punto de encuentro, de fricción o de comunión. A veces nos desgastamos sin darnos cuenta o nos defendemos más de lo necesario, o asumimos que el otro es ‘parte del sistema’ y no un hermano. El Papa no nos regañó, nos habló con ternura, como quien sabe que la reforma más difícil es la que empieza en el corazón.
Su mensaje no fue solo para la Curia Romana. Es para todas las Curias del mundo, especialmente las diocesanas, las nuestras. No necesitamos saber ahora cuál será su estilo de gobierno. Lo que ya sabemos es que nos está invitando a algo muy concreto: hacer de la memoria una fuente de fidelidad, y de la misión un modo de relacionarnos.
Los Papas pasan, dijo, pero la Curia permanece. Pero solo permanecerá como Iglesia si recuerda con gratitud y sirve con alegría, si la historia no se convierte en inercia y si la estructura no olvida que fue creada para el Evangelio, no para sí misma.
Después de escuchar a León XIV, vuelvo a mi trabajo cotidiano con una conciencia más clara de que en lo más pequeño también se juega la comunión, y de que en lo más invisible, también se construye la misión. Y porque en la Curia, aunque no siempre lo parezca, también se puede evangelizar.
Lo que vi esta semana:
Un Papa que va dando pasos firmes, con palabras serenas y con miradas profundas.
La palabra que me sostiene:
“La memoria alimenta el presente y orienta el futuro”. (León XIV).
En voz baja:
Señor, que mi trabajo no sea rutina, sino semilla de comunión.