Enrique Lluc
Doctor en Ciencias Económicas

El tesoro y el corazón


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“No amontonéis tesoros en la tierra, donde hay polilla y herrumbre que corroen, y ladrones que socavan y roban. Amontonad más bien tesoros en el cielo, donde no hay polilla ni herrumbre que corroan, ni ladrones que socaven y roben. Porque donde esté tu tesoro, allí estará también tu corazón.” (MT 6, 19-21)



Con frecuencia creemos que nuestras decisiones vienen marcadas por nuestra razón. Los economistas pensamos con frecuencia así y creemos que los consumidores son racionales, que toman decisiones siguiendo los dictados de su mente. Pero Jesús fue claro describiendo que lo que nos mueve no es la mente sino el corazón. Nuestras decisiones finales vienen determinadas por lo que nos dice nuestro interior, nuestro ser más profundo, nuestro sistema de creencias, aquello que nos parece más importante.

Esa es la causa profunda de la frase de “donde esté tu tesoro, allí estará tu corazón” y esto lo observamos en nuestro día a día. Tenemos un ejemplo económico claro en una de las frases que oímos con frecuencia en boca de muchas personas: “el dinero no da la felicidad”. Lo dicen convencidas de que es así, lo piensan, lo tienen claro mentalmente. Sin embargo, cuando toman sus decisiones lo hacen respondiendo a otros parámetros y actúan buscando el máximo beneficio o no perder aquello que tienen.

reparto comida. Cruz Roja

La mente nos dice una cosa, pero el corazón nos muestra otra. Poner el corazón en lo económico hace que lo material sea siempre nuestra prioridad. Esto nos puede llevar a acumular, a tener más y más, a conseguir un bonito automóvil, tener una magnífica casa, comprar un chalet en la montaña y un apartamento en la playa, pero estas propiedades no nos hacen mejores ni nos proporcionan posibilidades para mejorar como personas.

Acumular más

Cuando buscamos los tesoros materiales, cuando solamente nos preocupamos por lo que tenemos, nuestro corazón está lleno de la codicia, del tener más, de asegurarnos que contamos con bienes materiales o con experiencias que disfrutar. Tener y experimentar es la prioridad de nuestra existencia y el otro se queda en un segundo lugar. Solamente lo vamos a apreciar si nos viene bien para acumular más.

Cuando Jesús nos habla de acumular tesoros en el cielo nos está invitando a poner el otro en primer lugar. Porque las amistades, el cariño, el amor al prójimo no se estropean, no se corroen y nadie nos los puede robar. Una relación positiva con las personas que tenemos a nuestro alrededor no solo es algo que no se acaba, sino que nos trae muchas más satisfacciones cuando recibimos su cariño o su ayuda en los momentos en los que peor lo estamos pasando. Los bienes materiales son caducos, una vida basada en el amor y la bondad no se estropean ni caducan ni nos pueden ser hurtados por nadie.