Rixio Portillo
Profesor e investigador de la Universidad de Monterrey

El hábito no hace al monje


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No sé si es un refrán común en diferentes lugares, al menos en mi país de origen es un dicho asociado a la tentación del juicio por las apariencias.

Y es que en esta era de la imagen, que todo entra por los ojos y todo se consume a través de lo gráfico, la realidad muchas veces es construida por lo que vemos, pero las apariencias engañan, dice otro refrán.



Las redes sociales han servido para eso, los filtros y los ángulos de las fotos y los vídeos pueden hacer ver sólo una parte del contexto, el gran desafío es que “no nos resignemos a vivir encerrados en un fragmento de realidad” (FT, 191).

¿Quién es verdaderamente humilde?

La referencia precisa es en la comparación estéril entre los papas; si Francisco no era menos papa cuando salió con un sencillo poncho y pantalones hacia la Basílica de San Pedro tampoco León XIV es más papa porque utiliza muceta roja para actos para-litúrgicos.

Y si, los gestos y las acciones hablan, pero la persona no puede ser reducida a sus acciones, la integralidad y profundidad de la dimensión humana asevera esto.

Pero como a más de uno le preocupa estos temas, quizás es mejor hablar sobre la virtud de la humildad, el reconocimiento interior y personal en el yo finito y limitado. La humildad en la carencia y necesidad del otro, y en tener la firme convicción de que, el lugar de los discípulos y seguidores de Jesús es el último y no el primero.

Papa Leon Xiv

El camino de la humildad

La humildad en reconocer los propios errores, las equivocaciones, alejándose de cualquier interés de superioridad ni supremacía, en una relación de auténtica igualdad. La humildad en la prudencia al escuchar, de reconocer que el otro es distinto pero que esa diferencia no es un obstáculo para la convivencia.

Y todas estas referencias de humildad, es decir, el reconocerse como se es, el necesitar del otro, el no tener ínfulas de grandeza, el erradicar sentimientos de superioridad, es la antítesis de muchos de los líderes políticos, aplaudidos por sus seguidores, incapaces de ver que solo alimentan el ego de quienes los gobiernan.

La humildad no es un tema de tontos y pacíficos come flor, sino de hombres y mujeres con una convicción profunda de mansedumbre, por lo que creen que la causa común y más importante es la humanidad misma.

Por ello, el tema de la humildad no recae en el hábito, el hábito no hace al monje, la soberbia puede disfrazarse de una falsa modestia, y en el fondo, como diría el papa Francisco, la autorreferencialidad, en un yo minúsculo que pretende medir a los demás.

La humildad en los jóvenes al aceptar la corrección; la humildad en los adultos al ver que no son todopoderosos; la humildad en los ancianos que no siempre se la saben todas; la humildad en los maestros que también aprenden de sus alumnos; la humildad en los políticos que están para servir al pueblo y no servirSE desde del poder. Si, este último SE pronominal en mayúscula para que se entienda.

Por eso, sí, pedir el don de la humildad, al menos intentar vivir y poner en práctica la virtud, y no desde el prejuicio que termina por convertirse en un bumerán.


Por Rixio G Portillo R. Profesor e investigador de la Universidad de Monterrey.

Foto: Vatican Media.