El futuro viaje del Papa a Japón, una victoria


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El cardenal Manyo Maeda de Osaka, tras un reciente encuentro con el Papa, informó a los periodistas que el Pontífice había confirmado su deseo de visitar Japón a finales de 2019. Entre otras cosas, Francisco quiere visitar Hiroshima y Nagasaki para rezar por las víctimas de las bombas atómicas americanas de 1945.

Si lo hace, el discurso se centrará en el mensaje político que quiere transmitir sobre los males de la carrera nuclear. A un nivel menor, el viaje también puede ser un retorno a las raíces misioneras del Papa. Siendo un joven jesuita, Francisco soñaba con seguir los pasos de Mateo Ricci y San Francisco Javier como misioneros en Asia, y ahora, por fin, aunque brevemente, podrá realizar esa aspiración.

Lo que no dará titulares, seguramente, será la crisis de alto riesgo entre el Vaticano y la iglesia local rebelde. El hecho de que este será el perro que no ladra durante su visita a Japón, ilustra cuánto han cambiado las cosas en los últimos 20 años en la Iglesia católica.

Sínodo sobre Asia

En 1998, san Juan Pablo II convocó un Sínodo de obispos de Asia, y la reunión fue un foro de prelados quejosos de que el Vaticano era demasiado eurocéntrico en su mente y demasiado centralizado en sus procedimientos administrativos, pisoteando algunas opiniones de los obispos locales. Ninguno se quejó tanto como los obispos de Japón.

Para preparar el Sínodo, el Vaticano había enviado un documento preparatorio. Los obispos japoneses lo rechazaron de pleno, con críticas feroces sobre sus deficiencias. “Ya que las preguntas del texto se diseñaron en el contexto de la cristiandad occidental, no son adecuadas. Uno encuentra en él cierta actitud defensiva y apologética. Esto hace que las expresiones presenten otras posiciones teológicas claramente injustas e inadecuadas”.

“Esto está especialmente claro en la sección de Cristología. No ayuda a la fe de los cristianos asiáticos. Lo que necesitamos es una cristología abierta y espiritual enraizada en la vida real y alerta a los problemas de la gente moderna de hoy… Deberíamos intentar descubrir qué Jesús sería ‘luz’ para los pueblos de Asia”.

Resentimientos

En privado, los obispos japoneses estaban incluso más resentidos por la habilidad vaticana. Circularon rumores, por ejemplo, de que hubo textos litúrgicos preparados cuidadosamente por la Conferencia Episcopal Japonesa intentando atraer ciertos elementos de la tradición nativa religiosa del país que fueron rechazados por Roma -no por el criterio de funcionarios del vaticano que, por supuesto, no sabían leer japonés, sino por las opiniones de seminaristas japoneses anónimos-.

Junto con estas quejas estaba la lucha doctrinal titánica que se desplegó en los 90 sobre lo que se conocía como “teología del pluralismo religioso”, asociado con personales como el jesuita belga Jacques Dupuis, quien fue misionero en la India y se convirtió en un asesor fundamental para la Federación de Conferencias Episcopales de Asia.

Básicamente, el pluralismo religioso mantenía que, aunque la cristiandad señala la verdad sobre el plan de Dios para la humanidad, la salvación se podía obtener también a través de otras religiones que tuvieran elementos de verdad y gracia. Fue un esfuerzo para colocar a la cristiandad como amigo, no como competidor de las grandes tradiciones religiosas del mundo y gozó de mucho apoyo por toda Asia, aunque también fue cuestionado por el Vaticano.

Sin tensiones

Ahora, veinte años después, esas tensiones ya no existen. Francisco no tiene fama de ir provocando peleas doctrinales, y desde luego no ha mostrado interés en revisitar el debate sobre el pluralismo religioso. De hecho, es el mayor partidario del diálogo interreligioso, y ha mostrado una sensibilidad enorme hacia la religiosidad asiática en particular, por ejemplo, cuando se vistió con una túnica color azafrán que le regaló un hindú  durante una asamblea ecuménica en Sri Lanka en 2015. Y no fue solo para la foto, ya que el Papa la tuvo puesta durante todo el acto.

Francisco es, de hecho, un papa que le gusta mucho el control local, haciendo un llamamiento por la “sana descentralización” en la vida de la Iglesia. En el tema concreto que los obispos japoneses presentaron en los 90 -traducción litúrgica-, el Pontífice publicó un decreto devolviendo a las conferencias episcopales el control sobre esta, en respuesta, posiblemente, a las quejas expuestas hace dos décadas.

El obispo de Japón, Isao Kikuchi, en una imagen de archivo/IK

El obispo de Japón, Isao Kikuchi, en una imagen de archivo/IK

Esto no significa que todos los problemas se hayan resuelto. A principios de este año, el arzobispo de Tokio, Tarcisius Isao Kikuchi, se quejó de que el Vaticano había anunciado, de manera unilateral, la creación de un nuevo seminario del Camino Neocatecumental en Tokio. Sin embargo, no hubo señales que indicaran que se había vuelto a las viejas batallas.

En otras palabras, cuando este Papa vaya a Japón, no será un enfrentamiento, sino una victoria. Y eso, de paso, demuestra que la Iglesia católica no es tan inmóvil ni tan atemporal como se suele creer.