Allá cuando se iniciaban los años 80 del siglo pasado, compré un pequeño libro titulado ‘Viaje de ida’, de Dorothee Sölle, la teóloga protestante. Es una obra que, de una manera poética, se introduce en la vida y la búsqueda espiritual. Hoy lo he reencontrado.
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Y viene a la memoria mi grupo de Acción Católica, cuando reflexionábamos sobre lo que llamábamos la pedagogía de Jesús, su modo de hacer y de evangelizar. Entonces, en los estudios del Evangelio, descubríamos cómo se suele dar un desarrollo dividido en tres secuencias: un viaje de ida, un encuentro y un viaje de vuelta. En realidad, es el proceso de crecimiento en el seguimiento de Cristo, o los pasos en el compromiso y en la vocación, como camino espiritual y de fe. Lo veíamos con claridad en el relato de los sabios de Oriente, la samaritana en el pozo de Jacob, el camino de Emaús de Cleofás y su compañero, y el camino de Gaza del eunuco alto funcionario etíope de Candace.
Los caminos de ida suelen ser de búsqueda, de cambio de ciclo o de desolación y huida. Son caminos complejos y demasiado centrados en nosotros mismos, son caminos que tienden a la oscuridad. Es el desconcierto de quien no sabe o no quiere ver en profundidad, porque no tiene ya ilusiones, porque ha sufrido la desilusión o ha matado la esperanza. Esta etapa nos exige caminar con los ojos bien abiertos, discernir con otros lo que nos está pasando, comunicarnos.
Humildad
Entonces, el Señor nos conduce y acompaña, y en un diálogo sincero nos hace caer en nuestras propias contradicciones y, poco a poco, vamos descubriendo nuestras oscuridades y cegueras, y nos va desgranando la esperanza. Solo entonces se produce el encuentro y el gozo interior, y las ganas de seguir la aventura del Evangelio. Jesús, el que busca a la oveja perdida, el buen samaritano del camino, el que abre sus brazos y su corazón al que se siente cansado o agobiado, se hace presente entre nosotros con la simplicidad y la humildad de un peregrino más. Buena lección para los que somos pastores. Esta naturalidad y sencillez me conmueven. Y se interesa por nosotros y nos pregunta por qué todos los deseos de nuestro corazón se han convertido en cenizas.
Otra vez la humildad, saber pisar tierra, salir de nosotros mismos y abrir bien los ojos, porque si hay un encuentro con Jesús, siempre hay un camino de vuelta a la esperanza.
¡Ánimo y adelante!