Ianire Angulo Ordorika
Profesora de la Facultad de Teología de la Universidad Loyola

Ejercer de tía


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El verano es tiempo propicio no solo para descansar, también para hacer todo aquello que, por distintos motivos, no puedes llevar adelante durante el curso escolar. No me refiero solo a leer novelas o a adelantar tareas que se han quedado retrasadas durante los meses de trabajo. En mi caso entre esas cosas se incluye el ejercer de tía de mis sobrinos o, como me llaman ellos en euskera, de “izeko”. Además de disfrutar de esta oportunidad de pasar más tiempo con los más pequeños de la familia, esta experiencia me hace caer en la cuenta de las dificultades cotidianas que tienen los padres a la hora de conciliar la vida laboral y la familiar, especialmente cuando los niños gozan de las vacaciones de verano.



Red de apoyo

Es solo en estos momentos cuando caigo en la cuenta de lo complejo que es combinar agendas familiares, de modo que las vacaciones de uno y otro progenitor puedan cubrir el mayor tiempo posible de atención a los hijos y, además, que puedan coincidir juntos en algún momento para descansar en familia. Además, es solo en estas ocasiones en las que me doy cuenta del papel que juegan los abuelos u otros parientes o amigos cercanos a la hora de cuidar, atender y dar cobertura a unos padres que siguen con responsabilidades laborales mientras los niños no tienen colegio, así como de dificultad añadida que tienen quienes, por diversas circunstancias, no pueden contar con esta red de apoyo.

Mujer pasea cn dos niñas

No estoy considerando que los niños deban estar más tiempo en el colegio ni que haya un modelo familiar mejor. No se trata de eso. Simplemente constato que hay problemáticas y dificultades cotidianas de las que, al menos yo, no soy consciente en mi día a día y que esta es solo un ejemplo. No es fácil sensibilizarnos con aquello que no nos afecta directamente y resulta muy tentador ser de los que lanzan sentencias rápidas sobre cómo se debería vivir, cargando a otros con fardos pesados sin ayudar ni con un dedo (cf. Mt 23,4). Ojalá sepamos ganar en empatía e ir aprendiendo a hacernos prójimos (cf. Lc 10,36), tejiendo esas redes de relación que nos cuidan y ayudan a cuidar a otros, sean niños en vacaciones de verano o no.