(Tercera de seis entregas)
“Dios es amor misericordioso” -comienza diciendo el papa León XIV, en el capítulo segundo de su exhortación apostólica ‘Dilexi te’– y su proyecto de amor “es ante todo su descenso y su venida entre nosotros para liberarnos de la esclavitud, de los miedos, del pecado y del poder de la muerte” (No. 16). Ese movimiento descendente de Dios define toda su historia con la humanidad: “Él mismo se hizo pobre, nació en carne como nosotros”. (No. 16).
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Por eso el Papa explica que se puede hablar de “una opción preferencial de Dios por los pobres”, expresión nacida en América Latina y plenamente integrada en el magisterio de la Iglesia. No es exclusivismo, aclara, sino “la acción de Dios que se compadece ante la pobreza y la debilidad de toda la humanidad”, y que nos pide a nosotros, su Iglesia, “una opción firme y radical en favor de los más débiles” (No. 16).
Esa predilección atraviesa toda la Escritura: Dios “escucha el grito del pobre e interviene para liberarlo” (cf. Sal 34,7). Los profetas recuerdan que “no se puede rezar ni ofrecer sacrificios mientras se oprime a los más débiles”. Por eso el Papa afirma: “El corazón de Dios tiene un sitio preferencial para los pobres… Todo el camino de nuestra redención está signado por los pobres” (No. 17).
En Jesús de Nazaret, esa historia alcanza su plenitud: “Siendo rico, se hizo pobre por nosotros, a fin de enriquecernos con su pobreza” (2 Co 8,9). Jesús nace sin lugar, vive sin seguridades y muere fuera de la ciudad: “se presenta al mundo no solo como Mesías pobre, sino como Mesías de los pobres y para los pobres” (No. 19). Su vida entera manifiesta la cercanía de Dios: “El Espíritu del Señor está sobre mí… Él me envió a llevar la Buena Noticia a los pobres” (Lc 4,18).
En este sentido, dice el Papa, “la Iglesia, si quiere ser de Cristo, debe ser la Iglesia de las Bienaventuranzas, una Iglesia que hace espacio a los pequeños y camina pobre con los pobres” (No. 21). Y concluye con una advertencia profética: “Las palabras fuertes y claras del Evangelio deberían ser vividas sin comentario, sin elucubraciones y excusas que les quiten fuerza” (No. 28).
Dios opta por los pobres no es un capítulo más: es la brújula de todo el documento. Ahí se condensa el Evangelio entero: un Dios que ama descendiendo, y una Iglesia llamada a amar desde abajo.
Lo que vi esta semana
La acción de la Iglesia ante desastres naturales en distintas regiones del mundo donde los más pobres son los que más sufren.
La palabra que me sostiene
“El corazón de Dios tiene un sitio preferencial para los pobres”. (Dilexi te No. 17)
En voz baja
Señor Jesús, que tu pobreza nos libre de la soberbia, y que tu ternura nos enseñe a servir sin medida. Haz de tu Iglesia un signo de amor que se inclina.
