¡Destápate!


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En los años posteriores a 1975, se desarrolló en España una tendencia a crear un tipo contenido audiovisual muy específico que posteriormente fue conocido como cine de destape. En aquel momento parecía expresar un anhelo popular por librarse de ciertas imposiciones morales de las décadas precedentes. Hoy, me temo, nos encontramos ante el resurgir del destape, aunque referido a otras zonas del cuerpo y no limitadas a un sexo o género en particular. Ha llegado la era del destape de la mascarilla.



La era del destape

Desde el inicio de la crisis sociosanitaria originada por la Covid-19 hemos sido testigos de los numerosos grupos sociales se han erigido como abanderados de las libertades personales, cada uno desde sus propios territorios y según sus visiones particulares. Uno de los gestos contestatarios más extendidos parece haber sido la negativa al uso adecuado de la mascarilla facial o del respeto de la distancia física. Algo tan barato como un abrazo masivo ha adquirido por convención popular el significado de una radical forma de rebelión y desobediencia.

Algunos de estos gestos –propios del destape reaccionario– son llevados a cabo por personas que se encuentran en un estado alterado de la conciencia debido al consumo de sustancias externas, de manera que aquellas sencillamente se dejan llevar por el frenesí celebrativo del contexto particular.

televisión

Sin embargo, y esto es lo que más debería llamar la atención incluso habiéndose normalizado como algo natural e inevitable, otro abultado grupo de personas decide practicar y difundir ese destape valiéndose de argumentos racionalizados que esconden segundas o terceras intenciones, sin que para ello deba mediar un estado alterado de la conciencia. 

Hacia finales de los años 70 del siglo XX en España, una infinidad de personas anhelaba la recuperación de ciertos derechos que consideraban perdidos. Al mismo tiempo, grandes masas –especialmente de varones– se valieron de tal circunstancia para poner en práctica actitudes que, en ese momento, eran racionalizadas para presentarse como un ejercicio de los propios derechos y una defensa de las libertades colectivas. El auge del cine de destape fue de la mano con el aumento de los “clubs de carretera” y “bares de alterne”, como si lo uno hubiera servido como facilitador para perder la vergüenza social de poner en práctica lo otro.

¿Qué defiende el destape?

De manera similar, este destape de la mascarilla no viene a defender las libertades colectivas ni a luchar por el bien común, sino todo lo contrario, se utiliza para reclamar el “derecho de hacer lo que me dé la gana”, expresión concreta de un individualismo cerrado que considera a las demás personas meros bienes de consumo que encajan mejor o peor en los propios planes y decisiones. 

Pero la cuestión del destape no se limita a llevar mascarilla o no hacerlo, sino que la propia mascarilla se convierte en una auténtica declaración de intenciones. El diseño que se elige para la misma y cómo se ajusta sobre la superficie facial son exteriorizaciones de lo que se percibe como una imposición banal o espuria proveniente de entidades análogas al Santo Oficio del siglo XIII. “Ni bien común ni Santas Pascuas, esto lo llevo porque me obligas”. 

Ya llegamos al asunto

No digo que toda recomendación al respecto haya sido la más acertada desde un punto de vista moderadamente objetivo, ni mucho menos, pero ese no es el tema de esta entrada.

Sobre lo que quería reflexionar era sobre el hecho de que esta renovada era del destape no es exclusiva de la vida profana, sino que también forma parte de la vida de la Iglesia; y desde mucho antes de 1975. Lo único que ocurre es que en la Iglesia católica muchos aspectos relacionados con la vida social van en otra línea, que a veces ni es paralela ni está en el mismo plano, que la del resto del mundo.

En este caso, la Iglesia no vive una renovada era del destape, sino todo lo contrario, nos encontramos en pleno resurgimiento del “retape”. En el seno de la Iglesia Católica lo reaccionario y contestatario se manifiesta como un regreso a las tradiciones más desligadas del mundo contemporáneo como sea posible, aunque ello no pueda ser sostenido más que sobre racionalizaciones que utilizan la Revelación como justificación artificial. 

Aquí no se trata de usar mascarilla o bailar una conga en estado de embriaguez, sino de la ornamentación innecesaria de elementos y conceptos que los convierten en meros espectáculos.

No se entiende el regreso a la tradición como una vuelta a los orígenes, sino como una anacronía sesgada que pretende reimponer un cristianismo facilón de espectadores cómodos, donde la dificultad no reside en salir de uno mismo para encontrarse con el prójimo sino en aprender ciertas fórmulas y formas pseudomágicas que convierten la religación con lo divino y trascendente en un juego de rol o de mesa; se trata del uso que hagas de los dados o las cartas para ganar la salvación. En ese contexto, solo seguir las reglas te servirá; la vida se divide en ganadores y perdedores. Ahí, difícilmente se considera la posibilidad de que haya vías alternativas de salvación; de que el “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida” (Jn 14, 6) esconda todavía desafíos no explorados.

De igual modo que en la España de finales de la década de 1970 se utilizó el destape como facilitador para la normalización de la vida de burdel, el “retape” eclesial permite perder la vergüenza a poner en práctica actitudes que persiguen la ornamentación fastuosa que decía hace un momento. En aquella época, un varón le podía decir a otro “vente a tal sitio que te van a hacer un hombre” y no había demasiado reparo social, se podía decir en público. Análogamente, hoy día una persona le puede decir a otra “ven a tal sitio que allí vas a ser católica de verdad”, valiéndose de cuantas justificaciones quiera exponer. Son los burdeles de la fe. 

La época del destape –o del “retape”– necesita de personas con una conciencia crítica sólida, especialmente en lo que se refiere a la crítica hacia una misma, para superar la mentalidad infantilizada de que lo que se hace “de tapadillo” y en la sombra envalentona y engrandece, o de que lo reaccionario es lo lícito por el mero hecho de ir en contra de lo formalmente establecido. 

En lo social, tápate. En la Iglesia, destápate.