Teóloga y psicóloga

De día y de noche


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Las ciudades, como las personas, no son las mismas de día y de noche. Es increíble cómo cambian. No conoces del todo una ciudad si solo la has visitado de día. O de noche. Tampoco a una persona.



Piensa en cualquier ciudad que hayas visitado recientemente. De día, esa ciudad tiene un olor concreto o una mezcla de ellos. Tiene también una temperatura que te acompaña paseando por sus calles. Y una luz concreta que colorea los edificios y les da altura y espacio.

Esas mismas cornisas, callejuelas y plazas saben distinto por la noche. Con frío o con calor. Es la misma ciudad y es totalmente distinta. Te invita a hablar distinto, a andar distinto, a escuchar distinto. Es la noche.

Con las personas creo que también pasa. No conoces del todo a alguien si no has compartido la noche. Se habla distinto, se camina distinto, se escucha distinto. La noche temporal y la noche del alma, la que nos configura a cada uno. El ruido y el silencio, la luz y la oscuridad, siempre aportan algo distinto. Nos decimos distinto. Miramos distinto.

Persona monta en bicicleta al atardecer

Estamos hechos para la luz y buscamos la luz. Cada uno de nosotros podríamos decir qué personas luminosas forman parte de nuestra vida o se han cruzado en nuestro camino. También la memoria de la piel recuerda lugares luminosos donde hemos vivido, reído, soñado, respirado. Son esas personas o lugares que necesitamos y que nos permiten ser como somos, nos ayudan a crecer sin miedo. Porque la luz es vida.

No hay luz sin tinieblas

Pero, no viene mal recordar cómo relata el Génesis la creación de la luz: “Y dijo Dios: sea la luz; y fue la luz. Y vio Dios que la luz era buena; y separó Dios la luz de las tinieblas.  Y llamó Dios a la luz Día, y a las tinieblas llamó Noche” (Gn 1,3-5). No hay día sin noche. No hay luz sin tinieblas. Quizá se nos olvida por la misma razón que querríamos trigo sin cizaña, triunfo sin esfuerzo, amor sin riesgo, fe sin duda, valentía sin miedo, fortaleza sin vulnerabilidad. Y no es posible.

Si visitas algún lugar bonito estos días, contémplalo con su luz y su noche. Descubre la belleza de ambos. Yo voy a intentarlo. Y, de paso, me diré a mi misma que esa misma belleza tienen mis sombras y oscuridades, y las de aquellos que me rodean y que con demasiada frecuencia maldigo porque me hacen sufrir. Quizá se trata de aprender a mirar y ad-mirar. También la oscuridad que nos revela detalles ocultos, tan reales como la vida misma. Entera.