Enrique Lluc
Doctor en Ciencias Económicas

Construir estructuras virtuosas


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Después de dos artículos hablando de las estructuras perniciosas, creo que es hora de exponer las posibilidades que tenemos en nuestra sociedad de construir unas estructuras virtuosas. Recuerdo la primera vez que tuve conciencia de esto, fue en la comunidad de Taizé, en Francia. No era el primer año que iba a la colina a pasar una semana, pero esta vez fuimos en un autobús con un grupo de jóvenes de nuestra provincia.



Cuando llegamos a la aldea (yo era de los organizadores y por tanto mayor que la mayoría de ellos) vinieron unas niñas algo asustadas porque decían que muchos chavales alemanes (era una semana con mucho alemán allí) se les ofrecían a ayudarles a montar la tienda. Nosotros les dijimos que eso estaba muy bien, que se dejasen ayudar. Pero ellas contestaron que si hacían eso es porque algo querían de ellas…

Cuando unos días más tarde hubo que recoger las tiendas, ellas eran las que se ofrecían a ayudar a otros a hacerlo y lo veían como lo más normal del mundo. Mi amigo Ricard decía que en Taizé te ponías blandito. Pues bien, esto es una estructura virtuosa, un lugar en el que si te dejas llevar acabas haciendo el bien a los demás y articulando dinámicas constructivas y positivas para ti y para tu entorno.

Y esto es posible conseguirlo ¡claro que sí! Nuestras familias, nuestros grupos de amigos, nuestros partidos políticos, nuestras empresas… pueden ser estructuras virtuosas. No es fácil, por supuesto que no, tenemos que pensar como hacerlo, corregir dinámicas incorrectas, vicios, inercias y resistencias. Las estructuras virtuosas son fruto de un esfuerzo, de una manera de hacer las cosas, de una voluntad. Pero en ese sentido no son diferentes de las perniciosas. El esfuerzo para hacer una u otra es similar, en ambos casos tenemos que organizar y tenemos que intentar que las cosas sean de una manera u otra.

Impregnar de valores positivos

Cuando construimos estas estructuras virtuosas, es fácil ayudar a las personas, es fácil salir de uno mismo y sacar lo mejor que se tiene en su interior. Cuando lo conseguimos, los que tienen que ser unos héroes, los que tienen que esforzarse porque van en contra de la corriente, son los que quieren portarse de una manera incorrecta, no los que quieren hacer el bien. Los que buscan solamente sus propias ambiciones o realizan actuaciones que perjudican a los otros se encontrarán solos y con dificultades.

Impregnar nuestras instituciones de valores positivos para el bien común, para las personas que participan y para quienes tienen relación con ellas, es una tarea que nos permite construir un mundo más humano y más fraterno para todos. Una de nuestras principales tareas es esa, conseguir que nuestros grupos de amigos, nuestros lugares de trabajo, nuestras familias, nuestras parroquias, nuestras asociaciones, nuestra sociedad y todos aquellos colectivos en los que trabajamos, sean verdaderas estructuras virtuosas.