¿Cómo llega el perdón?


Compartir

El pasado jueves 2 de octubre, los judíos celebraban la fiesta más importante de su calendario: el Yom Kippur. Como se sabe, Yom Kippur es la fiesta del perdón, pedido a aquellas personas a las que se ha ofendido (para los judíos, Dios no podría perdonar los pecados cometidos contra otras personas si estas no lo hacen). La fiesta la encontramos en la Biblia, concretamente en el capítulo 16 del libro del Levítico, donde se establecen los ritos que hay que cumplir (aunque el texto supone que se está en la época del desierto, tras la salida de Egipto, la verdad es que esta legislación tiene presente la liturgia del Templo de Jerusalén; eso significa que hoy en día, en que ya hace cerca de dos mil años que no hay Templo, la fiesta se celebre de otra manera y con otros ritos).



Según el texto bíblico, el sumo sacerdote “tomará sangre del novillo y salpicará con el dedo el propiciatorio, hacia oriente; después, ante el propiciatorio, hará siete aspersiones de sangre con el dedo. Degollará el macho cabrío, víctima expiatoria, presentado por el pueblo; llevará su sangre detrás del velo, igual que ha hecho con la sangre del novillo: la salpicará sobre el propiciatorio y delante de él” (Lv 16,15-16).

El “propiciatorio”

Se habrá observado la importancia del “propiciatorio” en el texto. El propiciatorio (‘kaporet’) era la tapa que cubría el arca de la alianza, objeto que durante muchos años se encontró en el lugar más sagrado del Templo, el ‘sancta sanctorum’ o ‘debir’. Incluso en 1 Cr 28,11, a ese lugar más sagrado del Templo se le denomina precisamente como “casa del propiciatorio”: “Y David dio a Salomón, su hijo, el plano del pórtico del templo y sus casas, sus tesorerías, sus aposentos, sus cámaras y la casa del propiciatorio”.

Iomkippur

San Pablo hará un extraordinario ejercicio de “actualización teológica” al entender  el esquema del Yom Kippur a la luz de Cristo (o a Cristo a la luz del Yom Kippur). Así, hablando de la justificación (salvación) mediante la gracia de Dios ‒sin méritos humanos‒, vehiculada por el acontecimiento de Cristo, escribirá en su carta a los Romanos: “Y son justificados [todos los que creen, ya sean judíos o paganos] gratuitamente por su gracia, mediante la redención realizada en Cristo Jesús. Dios lo constituyó medio de propiciación mediante la fe en su sangre, para mostrar su justicia pasando por alto los pecados del pasado en el tiempo de la paciencia de Dios” (Rom 3,24-26).

Es decir, para el pensamiento paulino, Cristo se ha convertido en el propiciatorio (‘hilasterion’) que recibe su propia sangre y mediante lo cual la salvación alcanza al ser humano. Una manera ‒histórica y culturalmente condicionada‒ de decir que el perdón divino, su salvación, llega a los hombres a través de Cristo Jesús.