¿Católico periodista o periodista católico?


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Es diferente decir “católico periodista” que decir “periodista católico”. En el primer caso se habla alguien que profesa la religión católica y que ejerce la profesión o actividad periodística; en el segundo la palabra “católico” califica a “periodista”.



En el microclima de la “comunicación eclesial” es común encontrar periodistas que consideran su actividad periodística como “católica”. Quienes así consideran su oficio dan a la palabra “católico” la dimensión de un adjetivo que califica la actividad que desarrollan. En ocasiones, la expresión parece ser utilizada como una bandera que permite distinguirlos de los otros, de los que son solo “periodistas”. El adjetivo que se atribuyen a sí mismos otorga a su actividad una cierta categoría, un valor, un punto de referencia.

Un hombre o una mujer que profesan la fe católica pueden desempeñar infinidad de oficios, profesiones o trabajos sin atribuirles a esas actividades las características de algo “católico”. No utilizamos la expresión “mecánico católico” o “carpintero católico”; lo que se espera de esos mecánicos o carpinteros es que sean idóneos en su oficio, cualquiera sea su religión.

En el mundo del periodismo, así, sin calificativos, lo que importa y lo que califica es solamente el valor que tiene el producto que el periodista es capaz de producir. En las redacciones del ‘New York Times’, en la de ‘La Nación’ de Argentina o en la de ‘El Mundo’ de España, hay muchos católicos desempeñando su tarea sin necesidad de presentar su actividad como “católica”. En la medida que en estos espacios esos periodistas desarrollan correctamente su tarea se destacan como profesionales y, al hacerlo, transmiten valores y puntos de vista que probablemente expresarán sus creencias religiosas. Estos profesionales no necesitan presentarse como “periodistas católicos”; en última instancia, y si alguien pregunta, dirán que son “católicos y periodistas”.

Hablando con propiedad

Habitualmente los periodistas se resisten a los calificativos que los encasillen en determinada postura ideológica, política o de cualquier tipo; los buenos periodistas rechazan ser etiquetados, son periodistas, nada más y nada menos. La expresión “periodismo católico” tiene su origen en un tiempo en el que la visión que se tenía de los medios de comunicación era la de un espacio de combate entre la Iglesia y quienes no pertenecían a ella. Ciertamente desde muchos medios las críticas hacia la Iglesia son implacables y en ocasiones mal intencionadas; pero la respuesta a ese desafío debería ser un periodismo que se destaca por su profesionalismo y calidad más que un “periodismo católico”.

Es necesario tener en cuenta además que, hablando con propiedad, nadie puede adjudicarse a sí mismo el calificativo de “católico”. Solamente la autoridad de la Iglesia puede definir quién es, o quién no es, católico. La palabra “católico” usada como calificativo de una persona, o medio de comunicación, pretende calificar el contenido de todo lo que se contiene debajo de esa etiqueta y esa es una pretensión que confunde. Especialmente confunde cuando los medios o los periodistas católicos, conforman un conjunto de voces que discrepan y compiten reclamando cada una para sí la identidad “católica”.

Son muchos los periodistas que sinceramente intentan reflejar la fe, el pensamiento y las acciones de la Iglesia, sin que para eso necesiten usar la palabra “católico” como una bandera que los distinga, lo que los distingue es su idoneidad en el trabajo realizado.