Reconozco que no soy excesivamente seguidora de las últimas tendencias musicales y que, con eso de que me fijo más en la letra que en la melodía, me muevo en un ámbito reducido de estilos. Aun así, resulta imposible no ser alcanzada por todo lo que ha generado el primer sencillo del último disco de Rosalía. Desde el primer momento en que saltó a las redes su canción ‘Berghain’, se han multiplicado comentarios, análisis, valoraciones e incluso algunas consideraciones desde el ámbito eclesial opinando sobre cierto “renacer” religioso en el ámbito cultural o valorando la recuperación de la estética católica. No sufráis, queridos lectores, que no voy a colaborar en esta inflación de opiniones aportando una más, la mía, que carece de los mínimos conocimientos necesarios para poder aportar algo un poco sustancioso.
- ¿Todavía no sigues a Vida Nueva en INSTAGRAM?
- WHATSAPP: Sigue nuestro canal para recibir gratis la mejor información
- Regístrate en el boletín gratuito y recibe un avance de los contenidos
La coincidencia quiso que, cuando yo vi el vídeo, aún tenía fresca la impresión que siempre me genera escuchar y acoger el relato de quienes sufren situaciones que no deberían darse y menos en grupos religiosos. Quizá por eso no consigo verlo sin percibir la sensación de agobio y opresión que genera la orquesta, sin asombrarme de cómo se refleja la impotencia, el vacío y la pérdida de la propia voz que interpreta Rosalía y sin desear para tanta gente esa liberación que se sugiere con el vuelo final de una paloma. Tengo la sensación de que la imagen y el sonido confluyen para permitirnos entrar en cómo se vive alguien que ha quedado enredada en esas relaciones que ahogan, anulan, vacían y agotan el corazón… esas que, en el lenguaje cotidiano, llamamos tóxicas y que son todo lo contrario al tipo de vínculos a los que nos invita el Evangelio.
Sal 30,12
Por más que no debería ser así, demasiadas personas experimentan cada día esa misma sensación de asfixia y de estar anuladas, hasta desaparecer como un terrón de azúcar. Y les sucede, además, en espacios que tienen su razón de ser en todo lo contrario. Ámbitos en los que, en vez de desplegar lo que cada uno es, se aviva la inseguridad y se anulan las capacidades y dones que el mismo Dios regala. Quizá por eso me parece tan bonito que, en el vídeo, sea un pájaro el que hable de salvación y de una liberación que es intervención divina. Ojalá todas esas personas que me vienen a la cabeza y al corazón cuando veo ‘Berghain’ puedan también “volar” y, con el tiempo, puedan decir con el salmista que recibieron anchura en el aprieto (cf. Sal 4,2) y confesar que “cambiaste mi luto en danza, me desataste el sayal y me has vestido de fiesta” (Sal 30,12).
