José Francisco Gómez Hinojosa, vicario general de la Arquidiócesis de Monterrey (México)
Vicario General de la Arquidiócesis de Monterrey (México)

Ascesis sinodal


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El próximo miércoles, con el rito de la Ceniza, comienza la Cuaresma. Ya es tradicional que el Papa en turno nos obsequie un mensaje, para acompañarnos en todo el camino hacia la Pascua. Este año, Francisco de Roma parte del evangelio que reflexionaremos el segundo domingo de la Cuaresma, y que alude a la Transfiguración de Jesús.



Nos dice Bergoglio que en este tiempo “se nos invita a ‘subir a un monte elevado’, junto con Jesús, para vivir con el pueblo santo de Dios una experiencia particular de ascesis”. Afirma que “el camino ascético cuaresmal, al igual que el sinodal, tiene como meta una transfiguración personal y eclesial”. La invitación papal es practicar la ascesis cuaresmal-sinodal para llegar a esa transformación.

Como esta palabra -ascesis-, de acuerdo a la definición propuesta por la RAE, denota las “Reglas y prácticas encaminadas a la liberación del espíritu y el logro de la virtud”, corremos el riesgo de interpretarla como los clásicos sacrificios cuaresmales, que hacemos desde niños, y que casi siempre consisten en alguna privación. Dejar de fumar, abstenernos de refrescos o alcohol, evitar las series o películas y hasta suspender nuestra creciente adicción a galletitas y chocolates, claro, por sólo 40 días para volver a las andadas, han sido en muchos casos los propósitos para las semanas de privaciones que se avecinan.

¿Y si en vez de esos mini-tormentos le tomamos la palabra al papa Francisco y aplicamos la ascesis al proceso sinodal en marcha? Van algunas posibilidades. Cuatro.

Foto: EFE/EPA/VATICAN MEDIA

Abstenernos de escuchar sólo lo que nos gusta o conviene, y abrir nuestros oídos. El sínodo ha convocado a la participación de muchas personas, como nunca en la historia, y es preciso que escuchemos lo que ellas han dicho, aún a costa de contrastar con nuestras certezas.

Dejar de hablar como sabios y entendidos, permitiendo que los demás tomen la palabra. Estamos acostumbrados, sobre todo los clérigos, a no soltar el micrófono, a pontificar con autoridad de cualquier cosa. Una buena dosis de silencio nos hará mucho bien… y a los fieles también.

Quitar el candado de nuestra mente, que nos impide abrirnos a diferentes formas de pensar y ver la vida. El proceso sinodal nos está enseñando que son muchas las visiones del mundo, y no podemos seguir encerrados en nuestra cómoda burbuja, ciegos a lo que sucede.

Desterrar de nuestro corazón los rencores y resentimientos, que en muchas ocasiones nos llevan a la venganza. Transfigurarnos como Jesús implica vivir en nuestras personas, para impactar en la sociedad, el paso -Pascua- de la muerte a la vida, culmen de la Cuaresma.

Pro-vocación

Por fin rompió el silencio. En el ángelus del pasado domingo, Francisco de Roma lamentó la condena del obispo nicaragüense Rolando Álvarez a 26 años de prisión, por parte del régimen Ortega-Murillo. En mi opinión, muy tibia, la reacción papal no alcanza el nivel de las críticas que todos los episcopados latinoamericanos, y algunos europeos, han levantado contra la actual dictadura nica. Pero bueno. Al menos hay un pronunciamiento. Conviene recordar que, si bien el Vaticano debe cuidar aspectos diplomáticos, también es la sede del Vicario de Cristo, que no tuvo empacho en denunciar las injusticias.