Aprendiendo a escuchar


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El Departamento de Comunicación de la Conferencia Episcopal del Uruguay y los Salesianos de Don Bosco organizaron en Montevideo, y por primera vez en Latinoamérica, el ‘REinspira tour Marketing Religioso’.

Se trató de un encuentro novedoso, lo cual es ya muy importante en un ámbito en el que las convocatorias suelen repetirse en los contenidos y en las formas. Comenzando por el nombre y siguiendo por el lugar en el que se realizó: el cine de un ‘shopping’ en el centro de Montevideo; y siguiendo por la papelería, la publicidad, la estética, la forma de convocar; nada recordaba los conocidos encuentros, seminarios y congresos sobre “la comunicación en la Iglesia”.

A esas novedades habría que agregar otra, más importante: la notable respuesta de un público variado y numeroso que a las 9 de la mañana de un sábado lluvioso se congregó para escuchar a tres especialistas en marketing, publicidad y comunicación. Durante toda la mañana los expositores ofrecieron sus experiencias y conocimientos, mostrando cómo desde la Iglesia se puede hacer uso de nuevas herramientas para acercarse a la sociedad en el siglo XXI.

Reinspirta Marketing Montevideo

Un momento del encuentro REinspira tour Marketing Religioso celebrado en Montevideo

Por diferentes caminos, y con fundamentos y rigor conceptual, quedó claro para todos los presentes que el gran desafío del momento es saber escuchar a quienes se pretende llegar con un mensaje.

La Iglesia, acostumbrada a hablar más que a escuchar, necesita cambiar su actitud. Nadie pone en duda la enorme riqueza del mensaje a transmitir, pero no es suficiente esa riqueza, es necesario encontrar nuevas maneras de comunicarla y esas nuevas formas solo se pueden descubrir escuchando, conociendo en profundidad a los diversos interlocutores.

No es suficiente afirmar que hay que escuchar “al hombre y la mujer de nuestro tiempo”, o que es necesario escuchar a “la sociedad”, o a “los más alejados”; esos son conceptos que por su amplitud e indefinición se convierten en algo vacío que solo conduce a frases también vacías sobre “las dificultades de la comunicación en nuestro tiempo”, otra frase que dice casi nada. Con esos conceptos que, hay que decirlo, son los que habitualmente se utilizan en muchos ámbitos eclesiásticos, no se puede llegar a ninguna conclusión concreta.

Es necesario en cada caso preguntarse a quién se quiere escuchar, de qué manera hacerlo y para qué. Solo después viene la pregunta sobre qué decir.

¿A quién escuchar y por qué?

Hay que decirlo claramente: cuando desde la Iglesia se quiere hablar a “los jóvenes”, o a “la familia”, aún no se sabe a quién hablar. El tema es qué jóvenes, qué familia; que viven en qué lugar y tienen qué inquietudes. El marketing y las herramientas tecnológicas con las que hoy se cuenta sirven justamente para eso.

En otros tiempos, el párroco del pueblo conocía a los jóvenes desde el día en el que los había bautizado, no era necesaria ninguna investigación sociológica. Hoy ya no es así, y “los jóvenes”, para poner solo un ejemplo, son unos completos desconocidos.

Reinspira Marketing Montevideo

Pero es preciso dar un paso más: ¿por qué escuchar? Hay una trampa sutil en la insistencia sobre la necesidad que tiene la Iglesia de escuchar antes de hablar. Cuando se escucha para saber después qué decir se está escuchando mal, se está escuchando interesadamente. Casi imperceptiblemente, el que escucha se está poniendo a sí mismo en el centro de la escena y está presentando su interés por escuchar con un beneficio oculto. Aún no se ha abandonado la actitud de superioridad: hacer hablar al otro para después tener más elementos y poder así elaborar el mensaje que quiero transmitirle no parece muy honesto.

Solo se puede de verdad escuchar cuando se lo hace gratuitamente, cuando la aproximación al otro no tiene más interés que conocerlo. Solamente una escucha así es honesta y produce frutos; solo una escucha desinteresada sirve para interpelar al que está haciendo las preguntas, sus propias maneras de pensar y hablar; sus prejuicios e inseguridades. Esa es la maravilla de la comunicación, cuestiona tanto al que habla como al que escucha. Si no hay disposición a ser cuestionado es mejor no preguntar nada.

En términos más religiosos, es necesario saber escuchar porque es la voz de Dios la que habla e interpela a través de aquellos a quienes queremos dirigirnos. Después de utilizar todos los medios de los que disponemos para sinceramente escuchar esa voz, entonces, recién entonces, se puede saber qué y cómo decir.