‘Amoris laetitia’, una desaparecida en el Sínodo


Compartir

En la vida católica existe una dinámica, a menudo no reconocida en el momento, pero muy familiar para aquellos con buena memoria. Y va así: salta un asunto salpicando todo de debate y controversia. Los protagonistas de los dos bandos insisten que el destino de la cristiandad está en juego, y se presiona a las autoridades –normalmente, pero no siempre, al Vaticano o al Papa– para que establezcan una ley.

Finalmente, después de sesudas reflexiones y retrasos, la ley aparece. Los que apoyaban lo celebran como si fuera lo mejor desde el invento del pan de molde, mientras que los que estaban en contra, lo califican como el Chernobil eclesiástico. El debate se enrarece, los sentimientos se intensifican y por un momento, no se puede hablar de otra cosa. Y entonces, un día… te levantas por la mañana y la tormenta ha pasado.

En ese punto, la gente encuentra otros temas de los que hablar (o pelearse), no porque haya ninguna resolución definitiva sobre el conflicto, sino porque el cansancio se asienta y hay una especie de acuerdo informal: “Yo no hablo de ello si tú tampoco lo haces”. Este fue el patrón, por ejemplo, con la encíclica ‘Humanae vitae’ de Pablo VI en 1968 reafirmando la prohibición para la anticoncepción artificial. El furor ocasionado parecía que no iba a terminar nunca… hasta que terminó. También pasó lo mismo con ‘Ordinatio sacerdotalis’, la encíclica de Juan Pablo II en 1994 cerrando la puerta a la ordenación femenina.

Adiós a tormentas ideológicas

Antes o después, llega el momento en el que está claro que este asunto no va a consumir más oxígeno… Todo esto me sirve de base para esta observación: el Sínodo de los Obispos de 2018 sobre ‘los jóvenes, la fe y el discernimiento vocacional’ será recordado por muchas cosas, pero una parece destinada a ser la principal: marca el final del follón organizado por ‘Amoris laetitia’ en 2016.

En muchos aspectos, ‘Amoris’ ha sido el perro poco ladrador del Sínodo. Casi no ha habido discusión en la sala, tampoco en los círculos menores, ni siquiera en los medios o los editoriales. (Aparentemente, ‘Amoris’ fue el único texto papal citado en un borrador preliminar del documento final del Sínodo, pero eso tiene poco que ver con lo que realmente ocurrió dentro de la sala).

La discreción es un crudo contraste con respecto a los dos primeros sínodos del papa Francisco, en 2014 y 2015, que allanaron el camino a ‘Amoris’, y donde la discusión de su elemento más controvertido –el acceso a la comunión para divorciados vueltos a casar– fue el punto crítico por excelencia. Esta vez el Sínodo se ha librado de tormentas ideológicas, en parte porque ‘Amoris’ ha estado desaparecida.

Sin ‘dubias’ en el Sínodo

Además, algunas de las figuras en aquel debate no están participando en el Sínodo. Ni el cardenal alemán Kasper –el campeón de la apertura a los divorciados vueltos a casar–, ni el cardenal americano Burke –promotor principal de los famosos ‘dubia’– están presentes. Aun así, muchos de los sabuesos en ambos lados, incluyendo al cardenal alemán Marx, el sudafricano Fox Napier, el cardenal Sarah, y el cardenal austriaco Schönborn han sacado el tema.

Pero ninguno ha aprovechado la ocasión del Sínodo para volver a litigar el debate sobre ‘Amoris’, aunque el material pudiera conducirles a ello. Después de todo, muchos jóvenes provienen de familias rotas por divorcios y otros puede que pasen por ello. Uno podría plantear que quizá la discreción sobre ‘Amoris’ se debe al hecho de que la Iglesia ahora tiene otro pez más grande que pescar, como son los escándalos de abusos sexuales que han hecho tambalearse al catolicismo en estos días.

Desde luego eso es un factor, pero no ha parado del todo muchos otros temas que han aparecido en el Sínodo, desde la ambivalencia de internet al peligro de las bandas, desde la mujer en la Iglesia al acercamiento a la comunidad LGTB y más… En ese contexto, la verdad es que nada impedía a nadie revisar la controversia de ‘Amoris’ si querían, pero parece que nadie lo hizo. No se confundan. La retirada no es porque hayan cambiado las opiniones. El autor católico Stephen Walford, un defensor de ‘Amoris’, comentó a Crux el miércoles pasado que el silencio en el Sínodo es una señal de que el documento ha sido “aceptado gradualmente”, y puede que tenga razón.

Con la música a otra parte

Esta dinámica probablemente dice muchas cosas de la Iglesia católica, una de ellas es que a pesar de su reputación de rigidez en el mando y control, se resiste con tenacidad a los resultados definitivos. Las cabezas rara vez ruedan, los disidentes pocas veces son purgados y, en general, la Iglesia va saliendo del paso. Quizá esa sea la única manera de manejar una comunidad mundial de 1.300 millones de personas, donde la idea de moverse al unísono es una utopía. Si no puedes vivir con ciertas contradicciones internas, probablemente tengas que irte con la música –religiosa– a otra parte.

Hay otra cuestión: para la mayoría de los católicos, la Iglesia no es solo poder político o escándalos. Es la comunidad en la que se encuentran unos a otros, los sacramentos y al final, a Cristo. Esto les permite aguantar frustraciones que de otra manera serían intolerables. Además, afrontémoslo… ¿dónde si no, ibas a pasártelo tan bien?