Rafael Salomón
Comunicador católico

Adviento es reconciliación


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Adviento, tiempo de preparación y de hacer un recuento interior acerca de nuestras acciones y pensamientos. Es darle una vez más la oportunidad a Dios para que se quede en nuestras vidas y nos hable, para que nos ayude a cambiar aquello que no nos permite acercarnos a su amor y dejemos esas actitudes que solo nos alejan de él.



Este periodo nos puede ayudar a preparar el lugar para que nazca el pequeño Jesús, que no busca un lugar ‘perfecto’, quiere un lugar que sea simple como esa cueva donde nació, un pequeño espacio, porque donde está Dios, no falta nada. El Adviento nos permite abrir nuestro corazón a esos temas que por causa de nuestras emociones, nos impiden hablar de amor fraterno y cercanía sincera.

Cuántas veces pensamos que aquella persona no merece nuestro perdón o que la situación que vivimos fue injusta y requiere dar respuesta con el ‘látigo de nuestro desprecio’, aspectos que tienen más de emoción que de razón, estos hablan de una importancia personal, vanidad y ego.

Corona de Adviento

Corona de Adviento. Foto: Arquidiócesis de Tlalnepantla

“Iluminar los aspectos más oscuros de nuestra vida”

Es por ello que la preparación de este tiempo litúrgico nos invita a sanar las heridas, a buscar la humildad y recapacitar todos estos temas. En estos próximos cuatro domingos en los que un acto tan sencillo y al mismo tiempo tan significativo como lo es encender una vela, que es una de las tradiciones más extendidas, me refiero a la corona de Adviento, un símbolo circular con cuatro velas que se encienden progresivamente, una cada domingo, para marcar el paso de las semanas.

Que esta acción nos invite a iluminar los aspectos más oscuros de nuestra vida, es querer aceptar a Dios en nuestras vidas, sin criterios personales, sin juicios que pretendan justificar nuestro actuar, simplemente dejarnos amar por el amor más grande y sublime, el inmenso amor de Dios.

Recordaremos el nacimiento del hijo del hombre, quien no encontró un lugar digno para nacer, mostrando que los criterios de Dios son muy diferentes a los de los hombres, celebraremos el más grande nacimiento de una forma simple, sin parafernalia, pero con un relevante significado, porque transformará el rumbo de la humanidad.

Preparar el camino con una actitud renovada

“Y mientras ellos se encontraban allí, se cumplió el tiempo de que ella diera a luz, y allí tuvo a su hijo primogénito; y lo envolvieron en pañales, y lo acostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en ese albergue”. Lucas 2, 6-7.

Preparemos el camino con una actitud renovada, con sinceridad y sin ‘máscaras’ que esconden las verdaderas intenciones, esas que habitan y dirigen nuestro corazón. Adviento es reconciliación, alejarnos de todo aquello que daña a nuestro prójimo y por supuesto a nosotros mismos, es un tiempo para volver al camino, al único que nos lleva a la verdad y a la vida.

Permitamos que se iluminen esos lugares que solo nosotros conocemos, hagámoslo con la fuerza de la Palabra de Dios, con nuestras acciones que reflejan lo importante que es nuestro prójimo y con todo lo que implica hacer cambios significativos en nuestra manera de ser y entender cada momento de nuestra vida. Tomemos la decisión y que este tiempo nos permita regresar a todo aquello que un día nos hizo vivir y sentir el amor a nuestros semejantes y hacia nosotros mismos.

La gloria de Yavé amaneció sobre ti. Levántate y brilla, que ha llegado tu luz y la Gloria de Yavé amaneció sobre ti. Mientras las tinieblas cubrían la tierra y los pueblos estaban en la noche, sobre ti se levantó Yavé, y sobre ti apareció su Gloria. Los pueblos se dirigen hacia tu luz y los reyes, al resplandor de tu aurora”. Isaías 60 1-3.