Llevamos ya bastante tiempo escuchando en labios de nuestros políticos, especialmente los del PSOE, el término “contundencia”. Lo aplican especialmente a la supuesta reacción del partido frente a denuncias por comportamientos sexuales inadecuados ‒agresiones sexuales, según la ley‒ o casos de presunta corrupción. Da la sensación de que “contundencia” es la palabra fetiche que justificaría unas medidas que, en realidad, no se han tomado, la palabra mágica que haría realidad lo que dice.
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En este mismo espacio ya hemos mencionado en alguna ocasión que, en la Escritura, Dios es presentado hablando con un lenguaje que, este sí, hace realidad lo que dice, lo que hoy se llama lenguaje “performativo” o, en el ámbito lingüístico, “realizativo”. Así, cuando Dios dice en el libro del Génesis (1,3): “Exista la luz”, la luz existió. Diez veces aparece en el primer capítulo del Génesis la expresión “dijo Dios”, y a continuación aparece toda la realidad: la luz, el firmamento, la tierra, el verdor de esa tierra, las lumbreras del firmamento, los seres vivientes de las aguas y del cielo, los ganados, reptiles y fieras y, finalmente, el ser humano. Incluso este decir de Dios es la herramienta con que se plasma el verbo “crear” (‘bará’ en hebreo), reservado exclusivamente a Dios. (Alguna vez he expresado el atrevimiento que, en mi opinión, supone decir que el papa “cree” cardenales, que es como se dice oficialmente.)
Lenguaje “performativo”
También se puede hablar en cierta manera de lenguaje “performativo” en el caso de los profetas, ya que, en la antigüedad, se pensaba que la palabra de esos “hombres de Dios” era tan poderosa que todo aquello que decían acababa cumpliéndose. De ahí el miedo a escuchar en sus labios denuncias y, sobre todo, anuncios de juicio, lo cual explica el poco cariño que despertaba su figura, y la fama de gafe y cenizo: a Jeremías, la gente le llamaba “Pavor en torno” o “Cerco de pavor (Jr 20,10), probablemente por el efecto negativo que producía su predicación.
También se ha echado mano del lenguaje “performativo” para solucionar el conflicto teológico entre católicos y protestantes a la hora de entender la justificación divina del ser humano ‒pecador‒ en el pensamiento paulino: ¿declara Dios al hombre justo o realmente lo convierte en tal? Pues, si la palabra de Dios es eficaz, que hace lo que dice ‒como en la creación‒, de la misma manera hace al ser humano justo con solo declararlo.
Quizá sería bueno que se dejara de emplear durante un tiempo la palabra “contundencia”, sobre todo cuando la reacción que se ha tenido frente a situaciones deleznables ha sido exactamente la contraria.
