Rixio Portillo
Profesor e investigador de la Universidad de Monterrey

‘Dilexi te’: por los pobres, con los pobres, en los pobres


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La celebración del Jubileo de los pobres de este fin de semana permite un comentario sobre la primera exhortación apostólica del papa León XIV, ‘Dilexi te’, la cual no solo marca un camino de continuidad con Francisco, sino con todos sus antecesores.



El texto precisamente hace un recorrido desde las raíces bíblicas de los pobres en la humanidad, pasando por el Antiguo Testamento, el Evangelio y el Nuevo Testamento, así como por diferentes etapas de los santos y de la vida de la Iglesia.

Hablar de los pobres no es demagogia ni ideología; al contrario, ha sido el marxismo quien expropió muchas de las categorías cristianas para banalizarlas, haciendo pasar lo religioso por opio, cuando los pobres están en el corazón mismo del Evangelio.

Entre los elementos a destacar de la exhortación apostólica de León XIV está el compromiso por los pobres desde una lectura que podría denominarse doxológica, en la que las tres formas: por, en y con, están presentes.

Dilexite Papa Leon

Liturgia y compromiso social tienen profundas raíces históricas. Varios autores señalan que el Movimiento litúrgico se originó como eco de la influencia del Movimiento laboral tras la ‘Rerum novarum’ de León XIII.

La idea recurrente, en el texto de Prevost, de ponerse de rodillas es un gesto que, litúrgicamente, evoca la humildad y el inclinarse ante la presencia real del Señor. Por eso, el papa hace liturgia el servicio a los últimos, en aquellos en los que el mismo Jesús se identificó cuando tuvo hambre y le dieron de comer, tuvo sed y le dieron de beber, estuvo desnudo y lo vistieron (cf. Mt 25, 35).

“Cuando la Iglesia se arrodilla junto a un leproso, a un niño desnutrido o a un moribundo anónimo, realiza su vocación más profunda: amar al Señor allí donde Él está más desfigurado” (DT, 52).

Asimismo: “Cuando la Iglesia se arrodilla para romper las nuevas cadenas que aprisionan a los pobres, se convierte en signo de la Pascua” (DT, 61).

Por eso, una lectura del documento papal desde la “doxología” social de la vida misma de aquellos que tienen la huella de Jesús en el propio sufrimiento, en la necesidad, en la pobreza, en aquel que, siendo rico, se hizo pobre (cf. Flp 2, 6).

Por los pobres…

“La opción preferencial por los pobres genera una renovación extraordinaria tanto en la Iglesia como en la sociedad, cuando somos capaces de liberarnos de la autorreferencialidad y conseguimos escuchar su grito” (DT, 7).

El servicio a los pobres siempre implica salir de uno mismo, dejar de mirarse el ombligo, dejar de buscar los primeros lugares, dejar de vivir de los pobres, convirtiéndolos en objetos de dádivas o, peor aún, en la causa de una vida acomodada a través de la corrupción. Sin duda alguna, un pecado que grita al cielo.

En los pobres…

En los pobres y sufrientes se revela el mismo corazón de Cristo, sus sentimientos y opciones más profundas, con las cuales todo santo intenta configurarse” (DT, 3).

La pobreza, dice el papa, no es solo material; puede ser moral y cultural, pues no es únicamente un asunto de dinero, aunque el tema tiene una relación intrínseca. Esas pobrezas, tan diversas como extendidas, son las que el papa Francisco llama periferias existenciales, periferias y realidades que convocan.

En Jesús mismo, sus sentimientos más profundos demuestran que siempre se conmovió por los otros, se entristeció con los otros y asumió el sufrimiento humano.

Con los pobres…

“Una Iglesia que hace espacio a los pequeños y camina pobre con los pobres, es un lugar en el que los pobres tienen un sitio privilegiado” (DT, 21).

Una declaración con sabor a Evangelio, con sabor a ‘Magnificat’, que enarbola la paradoja de la Buena Noticia en el contraste entre los últimos y los primeros, a los ricos que despide vacíos. Por eso, el trabajo, la misión y la vida de la Iglesia están en la periferia. ¡Cuántos descartados alrededor, y tantos más atrapados en la cultura de la indiferencia!

Sin duda alguna, uno de los principales exponentes de esto fue el papa Francisco, cuya huella también está en la exhortación. El mismo León XIV lo afirma al inicio: “Habiendo recibido como herencia este proyecto, me alegra hacerlo mío” (DT, 3). Y al ser de Pedro, es de la Iglesia, de cada bautizado, y de cada hombre y mujer de buena voluntad.

La tarea sigue siendo la misma, en esa lógica que podríamos llamar “radical” en Francisco: el sueño de “una Iglesia pobre para los pobres”; es decir, cardenales pobres para los pobres; obispos pobres para los pobres; presbíteros pobres para los pobres; seminaristas pobres para los pobres; laicos pobres para los pobres; y pobres que son capaces de evangelizar al mundo con la presencia oculta del Resucitado.

“En esta perspectiva aparece claramente la necesidad de que todos nos dejemos evangelizar por los pobres, y que todos reconozcamos la misteriosa sabiduría que Dios quiere comunicarnos a través de ellos” (DT, 102).

Todo un programa de gobierno, de vida y de existencia que, se supone, interpela la conciencia.


Por Rixio G Portillo R.. Profesor e investigador Universidad de Monterrey.

 

Foto: Vatican Media.