En la web del ministerio de Sanidad, en la sección dedicada al alcohol, se puede leer: “El alcohol es la sustancia psicoactiva más consumida por la población en España según la Encuesta sobre alcohol y drogas en España (EDADES 2024) realizada a población de 15 a 64 años. La Encuesta sobre uso de drogas en Enseñanzas Secundarias en España (ESTUDES 2023), realizada a estudiantes de 14 a 18 años, indica que la edad de inicio de consumo se sitúa en 13,9 años (en hombres y mujeres), además, el 73,6 % de jóvenes de 14 a 18 años lo habían consumido en el último año (71,2 % en hombres y 76,1 % en mujeres)” (consulta: 7 de noviembre de 2025).
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El vino en el libro del Eclesiástico
En la Escritura ‒un texto inmerso en la cultura mediterránea‒, el vino forma parte de la fiesta, al tiempo que se advierte sobre el abuso que se puede hacer de él. En este sentido, es paradigmático un pasaje del libro del Eclesiástico, que en este aspecto se convierte en un perfecto manual de conducta: “Con el vino no te hagas el valiente, porque a muchos ha perdido el vino. El horno pone a prueba el temple del acero, el vino, los corazones en contienda de orgullosos. El vino es vida para el hombre, siempre y cuando se beba con medida. ¿Qué es la vida para quien le falta el vino? Fue creado para alegrar a los humanos. Alegría del corazón y regocijo del alma es el vino bebido a tiempo y con medida. Amargura del alma, el vino bebido con exceso por incitación o desafío. La embriaguez enfurece al insensato para su perdición, debilita sus fuerzas y le ocasiona heridas. En un banquete no reprendas a tu vecino, no te burles de él si se pone alegre; no le digas nada que pueda ofenderlo, ni lo molestes reclamándole dinero” (Eclo 31,25-31).

En el Antiguo Testamento se distinguen diversas clases de vino. Así, encontramos el zumo de uva tras su fermentación (‘yayin’, el térmimo más frecuente); el vino reciente, sin fermentar del todo (‘tirosh’); el vino puro o fuerte (‘jémer’); el vino procedente sobre todo de otras plantas diferentes de la uva, como los dátiles o las granadas (‘shekhar’); el jugo de la uva sin fermentar (‘asis’); el vino rebajado con agua o aromatizado (‘mések’), o el vino añejo (‘shemarim’).
Si el vino “alegra a dioses y hombres” (según la frase que leemos en la parábola de los árboles del libro de los Jueces: “La vid les contestó [a los otros árboles]: ‘¿Voy a renunciar a mi mosto, que alegra a dioses y hombres, para ir a mecerme sobre los árboles?’” [Jue 9,13]), entonces el vino ‒el alcohol‒ no es malo, aunque, como todo en el mundo, siempre necesite moderación y prudencia, eso que los griegos denominaban ‘sofrosyne’.
