Volcánicos


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El libro más leído de la literatura francesa, traducido a más de 250 idiomas, es ‘El Principito’, de Antoine de Saint-Exupéry. Un libro que no es para niños, aunque lo parezca, es filosofía en parábolas, capaz de desvelar la profundidad del alma para hacernos más humanos (reconociendo nuestra fragilidad), para revisarnos desnudos en profundidad, para ser más creativos. La realidad, por muy desesperanzada que parezca, está cargada de simbolismos que lo trascienden todo. “Lo esencial es invisible a los ojos”, es la frase estrella.



En el planeta del Principito hay, como en todos los planetas, buenas y malas hierbas, dice el texto. Entonces, nos habla de la disciplina y también de la pereza, que puede ser nefasta para el pequeño planeta, es decir, para nuestra vida. Hay libros escritos sobre diversas interpretaciones –también la psicológica– de los distintos elementos y personajes que aparecen en la novela, algunas muy complejas.

Planeta persona

Voy a optar por la explicación más sencilla, que utilizaba con los chavales sobre cómo cuidar su persona, es decir, su planeta, donde hay una rosa especial, aparentemente mimosa, unos baobabs en crecimiento y los volcanes en plena actividad. La rosa es la virtud, el amor en sentido pleno, que hay que cuidar; los baobabs son los malos hábitos, que hay que arrancar antes que te destruyan; y los volcanes en actividad son los impulsos y emociones, que muchas veces no controlamos y nos pueden destruir. Es una explicación simple, pero puede servir para ayudar a un adolescente en pleno crecimiento. También a muchos jóvenes.

boca abierta animal

Un día se me quejaban unas personas de que su párroco era “un volcánico”, por los repentes inesperados que tenía. No le criticaban, pero se quejaban y se compadecían de su actitud y sus enfados impulsivos. El adjetivo “volcánico” me llevó al planeta del Principito. Lamentablemente, no es solo este buen sacerdote; toda la sociedad, tan fracturada y enfrentada, es volcánica. Asómate a las redes sociales o al Congreso, donde se enervan protestando o insultándose, pero sin propuestas revisables pensando en el bien común, aunque comprendo que tampoco es fácil.

La raíz de la actitud volcánica no puede ser el descontento, aunque a veces estemos hasta la coronilla (los curas, claro), sino una enfermedad psíquica y espiritual que procede del descuido indisciplinado de nuestro ser. “Soy así”, dicen algunos, como si todos debiéramos soportar pacientemente la cruz de su indolencia espiritual. Cuando yo termino mi aseo por la mañana, debo hacer minuciosamente el aseo de mi planeta, es un trabajo muy aburrido, pero muy fácil, dice el Principito.

¡Ánimo y adelante!