Los peregrinos que llegan a Roma aún no han dejado de hacer fila para despedirse del papa Francisco. Frente a la basílica de Santa María la Mayor, la cola se extiende bajo la lluvia. Algunos llevan flores, otros rezan en silencio. Todos comparten un mismo gesto: acercarse a la tumba de Francisco, el papa que convirtió la misericordia en un lenguaje universal.
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“El flujo de peregrinos no ha disminuido”, asegura, tal como recoge Vatican News, el cardenal Rolandas Makrickas, arcipreste del templo. “Estamos ante una vida vivida de manera evangélica, que ha tocado muchos corazones”, dice. Según el purpurado, quienes se acercan lo hacen atraídos “por la alegría de vivir el Evangelio en su esencia, con autenticidad”, porque en Francisco “vieron un modo de ponerlo en práctica con palabras y gestos claros”.
“Se arrodilló 126 veces ante la Virgen”
Durante su pontificado, el Papa acudió 126 veces a rezar ante la Madre de Dios en esta misma basílica, antes y después de cada viaje apostólico. “Su oración frente a María”, explica Makrickas, “lo llevaba a conocer mejor la voluntad de su hijo Jesús”.
Entre los fieles que acudieron al aniversario de su fallecimiento, una peregrina mexicana lo resume con sencillez: “Para mí, el papa Francisco es un ángel bellísimo. Siempre me impresionó que veía a todos igual, sin importar el color, el origen o el género. Para él todos éramos iguales ante los ojos de Dios”.
Solo durante el Jubileo de los jóvenes, la basílica recibió cerca de 100.000 visitantes en cuatro días. Pero lo que más llama la atención no son los números, sino la emoción. “Lo que la gente busca aquí es cercanía, humanidad y sencillez”, apunta Makrickas.