En la película ‘Una quinta portuguesa’ (Avelina Prat, 2025) se comparte un pequeño cuento en la sobremesa de una cena de amigos. Dice algo así: “De repente, un día, una nube libera su enorme carga de agua sobre ti. Comienzas a correr para resguardarte. Corres y corres…, corres en la misma dirección y velocidad que la nube, por lo que siempre estás debajo de ella, aunque no te des cuenta. Hasta que un día, agotado y con los pulmones a punto de estallar, te paras y la nube sigue su camino, dejándote atrás”.
- WHATSAPP: Sigue nuestro canal para recibir gratis la mejor información
- Regístrate en el boletín gratuito
Una película sencilla, emotiva en su sobriedad, que pone ante nosotros la vida, donde la cotidianeidad más rutinaria convive con giros de guion, golpes que no esperamos. La vida como belleza, encuentros, profundo respeto por las batallas ajenas, dolor, decisiones imprescindibles, búsquedas, idas y venidas de vuelta, hasta encontrar “tu casa”, un lugar (no siempre espacial) donde poder volver. Casi siempre, nada especial o llamativo. Y en este camino que es la vida, algunas veces, una nube descarga su agua sobre nosotros. Un chaparrón. Y, entonces, con cierta frecuencia corremos buscando alivio y resguardo, como cuenta esta breve narración. Y no lo encontramos. A menudo, pasamos tiempo ansiando que cese la tormenta, pidiendo a Dios (si somos creyentes) que nos ayude, que se vayan las nubes. Y, casi siempre, el respiro nos viene cuando paramos nosotros (no la nube). Al parar, al cambiar la dirección de nuestra propia huida o búsqueda de ayuda, entonces se aleja la nube y con ella su lluvia y sus truenos. Podemos pasarnos meses o años huyendo en la dirección equivocada y creyendo que estamos tomando la vida en nuestras manos, que estamos siendo honestos o que, simplemente, hacíamos “lo que teníamos que hacer”. Pero si la nube sigue encima de uno… entonces, no es por ahí.
Tiempo de lluvia
Estamos comenzando por aquí el tiempo de lluvia. A veces solo nos queda protegernos y preverlo. Pero muchas otras, toca saber hacia dónde correr, con quién podemos resguardarnos y con quién no. Y, desde luego, casi siempre merece la pena parar, antes de nada. Las prisas no ayudan a vivir.
Fotograma de la película ‘Una quinta portuguesa’
Un poco de música final: canta Jorge Drexler “dame una noche de asilo” y él mismo dice que es “un pedido de asilo sentimental en forma de ranchera”. Pero creo que puede hablarnos a todos de esa necesidad de resguardo, primero en nosotros mismos, quizá en la soledad, quizá en la compañía: no importa. Porque, finalmente, sea como sea, es cada uno quien tiene que decidir en qué dirección correr y cuándo parar para que las nubes se vayan… hasta la siguiente tormenta. Pero, entremedias, por favor, merecemos vivir.