Venezuela, en un momento de extrema oscuridad de su historia, resplandece en santidad con la canonización, en la plaza de San Pedro, de dos connacionales: la religiosa Carmen Rendiles y el laico, médico de los pobres, José Gregorio Hernández.
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Figuras luminosas en un horizonte de pesimismo, incertidumbre y desconfianza, pero que desde la fe se puede entender que la historia la lleva Dios.
En ellos está toda la Venezuela decente y honesta, la que sigue a pesar de todo, empeñada en un futuro distinto y mejor, en medio del odio y la división de quienes están en el poder. Santos para todos, pero para todos los que quieran el bien de su país y de su gente.
Carmen y Gregorio, la Venezuela toda
En Carmen Rendiles, las miles de mujeres venezolanas que siguen apostando por el futuro de sus hijos. Madres, tías, abuelas, que solo saben cuidar y entregar amor. Cifras señalan que más de 500 mil ancianos viven separados de sus familias por el exilio de venezolanos, y la nueva santa es reflejo maternal de un pueblo que custodia el amor de madre y el amor de mujer con el nombre en femenino del país. Venezuela es mujer, es tierra madre de hijos libres, hijos que no renunciarán a su libertad.
En José Gregorio, los preferidos del evangelio, los pobres. Quizás no hay santo más popular en el país, ni con tantos devotos. Todo venezolano tiene un milagro del santo. Sí, los pobres, sus pobres, por los que sigue velando y cuidando.
Según cifras del Observatorio Venezolano de Finanzas, 86 % de los hogares en el país viven en situación de pobreza al cierre del año pasado. En datos menos extremos son más de 14,2 millones de personas en condiciones precarias. Y esos son los pobres del nuevo santo. La mayoría construida después del fracaso ideológico.
Aunque se pretenda hacer propaganda, Carmen Rendiles y José Gregorio son ejemplos de la Venezuela pobre, de la Venezuela del encuentro, de la Venezuela plural, complementaria y diversa, de la Venezuela de la periferia que brilla en los últimos, en los descartados, en los perseguidos, en las víctimas.
Una, religiosa y mujer; el otro, laico y varón. La una con el servicio discreto en la educación y el cuidado a los necesitados, con una discapacidad que no le impedía darse —no hay que tener manos para abrazar, efectivamente no tenía un brazo izquierdo—; el otro con una profesión al servicio de los últimos, y aunque tuvo intenciones de entrar a la vida consagrada, prevaleció en su discernimiento la vocación laical, que hoy en día necesita ser cultivada.
Un canto a ellos y a lo que hay de ellos en nosotros
Por eso, un canto a ellos y a lo que de ellos hay en cada venezolano de a pie. Santa Carmen Rendiles y San José Gregorio Hernández, rueguen por sus hermanos, por los de dentro y los de afuera, por los que sufren la persecución, el encarcelamiento, la soledad, el hambre, el desempleo, la angustia, el desconsuelo, y la enfermedad. Que necesitan de su cuidado y cobijo. ¡Hoy los venezolanos los miramos clamando al cielo!
En ellos, en su vida, en su ejemplo, en sus cosas buenas, en su empeño por la honradez, la rectitud, la esperanza, la fe y la caridad, resplandece la Aurora Jubilosa de los hijos que hoy son ejemplo para la Iglesia universal.
Rixio G Portillo
Profesor e investigador de la Universidad de Monterrey.
Imagen: Arquidiócesis de Caracas.
