El Palacio Apostólico Vaticano fue el escenario esta mañana del encuentro que mantuvo León XIV con un grupo de eremitas italianos que esta semana han participado en el Jubileo de la Vida Consagrada. Los ermitaños conforman una forma contemplativa que priman la vida en oración, en soledad y retirados de la sociedad.
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“Ustedes están llamados a vivir esta vocación a la adoración y la oración interior, propia de todo creyente, de manera ejemplar, para ser testigos en la Iglesia de la belleza de la vida contemplativa”, ensalzó Robert Prevost antes estos hombres y mujeres sobre su vocación.
Alegría renacida
“No es una huida del mundo, sino una regeneración del corazón, para que sea capaz de escuchar, fuente de acción creativa y fructífera en la caridad que Dios nos inspira”, explicitó el Pontífice norteamericano.
A partir de ahí, desarrolló que está llamada a la interioridad y al silencio, a vivir en contacto “con nosotros mismos, con el prójimo, con la creación y con Dios, es hoy más necesario que nunca, en un mundo cada vez más alienado por la externalidad de los medios de comunicación y la tecnología”. “De hecho, de la íntima amistad con el Señor renacen la alegría de vivir, la maravilla de la fe y la alegría de la comunión eclesial”, subrayó a continuación.
De la misma manera, Prevost apuntó que “su distanciamiento del mundo no los separa de los demás, sino que los une en una solidaridad más profunda”. Es más, los presentó como “aliento espiritual”, especialmente en contextos rurales. “Incluso en contextos urbanos, anónimos y complejos, marcados por una soledad desagradable, las presencias eremíticas son oasis de comunión con Dios y con los hermanos”, apostilló.