El 16 de septiembre de 1810, el cura Miguel Hidalgo tomó un estandarte de la Virgen de Guadalupe como insignia para convocar al inicio de la lucha por la Independencia de México; desde entonces, la imagen sagrada de la ‘Morenita’ ha sido protagonista de importantes procesos históricos, dotando de identidad a diferentes movimientos sociales, culturales, e incluso, políticos.
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Recientemente, en el marco de las fiestas patrias, el empresario mexicano Ricardo Salinas Pliego, acompañado de su esposa María Laura Medina Salinas, hizo una convocatoria nacional para conformar un movimiento que promueva el respeto a la vida, la propiedad y la libertad, con el rechazo al robo, el homicidio, la mentira, la corrupción y la criminalidad.
En el video, difundido en la plataforma de videos YouTube, se observa, detrás del empresario y de su esposa, una bandera de México y un estandarte de la Virgen de Guadalupe.
Días después, el actor y ex aspirante a la Presidencia de México en el 2024, Eduardo Verástegui, hizo pública -a través de la red social X- una fotografía en la que aparece junto a Ricardo Salinas, uno de los cinco empresarios más ricos de México y dueño de al menos 20 empresas, y acompaña la imagen con la siguiente pregunta:
“¿Consideran que sería conveniente que nuestro movimiento guadalupano, conservador, de derecha y provida, establezca una alianza estratégica con los libertarios mexicanos, con el fin de facilitar la salida de Morena del poder?”.
Una de las respuestas que recibió el actor mexicano fue la del sacerdote jesuita Hernán Quezada, quien escribió en los comentarios: “Considero que debes respetar a Santa María de Guadalupe y no hacer de ella un instrumento para tus fines políticos”.
Un país democrático tiene reglas
En entrevista para Vida Nueva, el sacerdote mexicano, quien actualmente se desempeña como delegado de Formación de la Conferencia de Provinciales Jesuitas de América Latina y el Caribe, asegura que las cosas han cambiado mucho de 1810 a 2025, y vivimos en un México que, nos guste o no, se desarrolla en una realidad democrática, en la que hay partidos políticos y reglas del juego del ejercicio partidista.
“Si bien en México cualquier persona es libre y tiene el derecho de creer y vivir de acuerdo a su fe -y puede expresar lo que cree y lo que le sostiene-, en el campo de los partidos políticos ninguno tiene el derecho a la instrumentalización de lo sagrado“, asegura.
Hernán Quezada llama instrumentalización al uso de algo tan sagrado, como es Santa María de Guadalupe, con fines partidistas o proselitistas. “Todas las personas tenemos el derecho de autonombrarnos guadalupanos, pero me parece que, en el México del siglo XXI, nadie tiene el derecho de llamar a su movimiento partidista guadalupano. Eso es lo que considero una falta de respeto; nadie tiene el derecho de hacerlo”.
El religioso pide a los partidos políticos no olvidar que la Virgen de Guadalupe es la gran reconciliadora; es decir, que no toma partido, no toma color, ni se hace propiedad de nadie. “Ella trasciende extremos; ella no quiere muros, sino puentes; ella une extremos y acerca a los que parecen lejanos; ella permite que vayamos de un lado a otro para encontrarnos, para reconocernos como hermanos”.
Políticos con sello de Fratelli Tutti
Para el jesuita Hernán Quezada, México está urgido de hombres y mujeres que hagan la mejor política, esa que expone Fratelli Tutti en su capítulo V, que busca el bien común y que no aumenta polarizaciones, sino que repara, acerca, dialoga, respeta.
“La mejor política, no se refiere a un partido o a una ideología, sino a un modo de actuar que brota del Evangelio; es un amor que se desborda. No es el amor que se queda en el afecto personal o en la pequeña ayuda al vecino, que es bueno y necesario. Es un amor que busca organizarse, que se hace estructura, que se vuelve ley y costumbre para transformar la sociedad desde sus cimientos. Es lo que llamamos caridad social”.
Recuerda que este tipo de política no busca el poder por el poder, ni el beneficio de unos pocos, sino que su único norte es el bien común, especialmente el de los más vulnerables, los ‘descartados’ de nuestro tiempo. “Es una política que se pregunta constantemente: ‘¿Cómo afecta esta decisión a los pobres? ¿Cómo podemos crear una sociedad donde cada persona, sin excepción, pueda desarrollarse plenamente como hijo de Dios?”.
En definitiva -resume-, “es una política que nace de la contemplación de la realidad con los ojos de Cristo. Es ver la dignidad en cada rostro, es trabajar incansablemente por la justicia y la fraternidad. Es, en esencia, la manifestación más alta del amor, porque busca el bien de todos y para todos”.
“Todo lo que no encaje aquí, me parece, no puede adjudicarse el adjetivo guadalupano, ni mucho menos cristiano”, concluye Hernán Quezada.
