Rafael Salomón
Comunicador católico

Necesidad de Dios


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Las cifras mundiales indican que la población en general se está acercando vertiginosamente a la pobreza material, esto implica que en algún momento no contaremos con los servicios básicos necesarios y tendremos que vivir alejados de los recursos naturales debido a que cada vez serán más difíciles de conseguir.



Estamos presenciando el final de una era, donde la vida cambiará para la humanidad y esto no es una visión fatalista, los estudios indican que en unos cuantos años viviremos la pobreza material más severa, como ninguna otra en el planeta. Según el Banco Mundial, el 90% de la población mundial está afectada por degradación ambiental, incluyendo contaminación del aire, escasez de agua y pérdida de tierras agrícolas, lo que agrava la pobreza y amenaza la seguridad de servicios esenciales.

Esta realidad debería hacernos reflexionar acerca de todo lo valioso que tenemos, agua, aire, alimentos y una enorme lista de cosas que aún están a nuestro alcance y esto nos lleva al tema de la pobreza material, definitivamente nos va a alcanzar y no estamos preparados para eso. La sociedad nos invita a buscar el éxito, la fama y el reconocimiento de todos, lo que significa vivir en abundancia y gozar de un estatus con ciertos privilegios, eso es lo que se espera y valida en un mundo material, donde aspirar a la pobreza no es algo a lo que se motive.

Mujer con Cristo

Mujer con Cristo. Foto: Insigne y Nacional Basílica de Santa María de Guadalupe

El desapego a los bienes materiales

Jesucristo hablaba de los pobres de espíritu, con referencia a la necesidad de Dios, así como tenemos necesidades materiales, quienes buscan con insistencia a Dios reconocen una necesidad muy importante en sus vidas, actitud contraria al orgullo o a la autosuficiencia, necesitar de Dios es parte de la pobreza espiritual a la que seguramente se refería Jesús. “Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los cielos”. (Mt. 5,3-12)

Pobres lo vamos a ser y eso es una realidad estadística, pero vivir sin la necesidad de poner nuestro corazón en las cosas materiales, es una enorme ganancia para alcanzar el reino prometido. El desapego a los bienes materiales sin hacer de estos un ídolo, nos aleja de la dependencia a las riquezas. El pobre de espíritu permite que la voluntad y el amor de Dios llene su vida, estará dispuesto a recibir la gracia de su Padre amoroso, con una actitud abierta y sincera ante las dificultades de su vida.

En el Catecismo de la Iglesia Católica encontramos en el numeral 1717: ·”Las bienaventuranzas dibujan el rostro de Jesucristo y describen su caridad; expresan la vocación de los fieles asociados a la gloria de su Pasión y de su Resurrección; iluminan las acciones y las actitudes características de la vida cristiana”. Eso es lo que nos hace ir contracorriente, pensar y hacer aquello que ante el criterio de las demás personas resulta incomprensible, nuestra fe y corazón en la pobreza espiritual y por qué no decirlo, prepararnos para una austeridad material.

Tal vez no estamos preparados o lo suficientemente convencidos de ser pobres en todos los aspectos, ser pobre de espíritu es vivir con humildad, con libertad interior frente a los bienes y con una verdadera confianza en Dios.