¿Hay que cuidar a los ancianos?


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El día 18 de agosto saltaba a los medios que arqueólogos de la Universidad de Haifa (Israel), durante las excavaciones en el Parque Nacional Hippos (Susita), en la orilla oriental del mar de Galilea, habían sacado a la luz un mosaico con una inscripción en griego (‘irene tois geronsin’) que se podría traducir como: “La paz sea con los ancianos”. La inscripción está distribuida a los dos lados de la parte superior de una cruz en cuya parte de abajo aparecen las letras alfa y omega, todo ello dentro de un círculo con una cenefa trenzada.



Los investigadores interpretan el hallazgo, y así lo publicaron los medios, como los restos de la primera residencia geriátrica documentada de la antigüedad. El edificio se encuentra cerca de la confluencia de las dos calles principales de Hippos, una importante ciudad que formaba parte de la Decápolis y que ya en la época de Jesús tenía un papel determinante en la economía de la región. Más tarde, en época bizantina, fue sede episcopal y llegó a tener hasta siete iglesias.

Ancianos Abrazados

Con los vulnerables

Es sabido que, desde sus orígenes, los cristianos destacaron por el cuidado y la atención de lo que hoy llamaríamos –con un término ya un tanto desgastado– vulnerables. Sin duda, entre ellos están los ancianos. Aunque esta cuestión ya se encuentra en la Escritura. Al menos así se interpreta el conocido mandamiento “Honra a tu padre y a tu madre” (Ex 20,12). Esto dice un comentarista: “El sentido del mandamiento parece estar más bien dirigido a los hijos adultos, de quienes se requiere que provean a las necesidades materiales y afectivas de sus padres cuando estos llegan a la ancianidad” (P. R. Andiñach, ‘El libro del Éxodo’. Salamanca, Sígueme, 2006, p. 332), y no tanto, como suele entenderse habitualmente, a “la obligación de los hijos menores de obedecer y respetar a sus padres”.

En la misma línea habría que entender este pasaje del libro del Eclesiástico: “Hijo, cuida de tu padre en su vejez y durante su vida no le causes tristeza. Aunque pierda el juicio, sé indulgente con él y no lo desprecies aun estando tú en pleno vigor. Porque la compasión hacia el padre no será olvidada y te servirá para reparar tus pecados” (Eclo 3,12-14). Hay que señalar que estos versículos y algunos otros sirven de primera lectura en la fiesta de la Sagrada Familia.

Sí, hay que cuidar a los ancianos y arroparlos en los últimos años de su vida, cuando las condiciones no suelen ser las mejores. Aunque solo sea por nuestro propio bien, como señala el último versículo del texto del Eclesiástico citado.

León XIV, visita la residencia de ancianos de Castel Gandolfo

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