Elogio de lo pequeño


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Hace no muchos años, el crítico de arte y arquitecto Pierpaolo Aureli escribió un ensayo titulado ‘Menos es suficiente’, contra el lema capitalista “menos es más”. Contra toda la sobrevaloración de lo superfluo, alambicado y masivo.



Ahora que llega el verano y volvemos a nuestros pueblos de origen o buscamos un refugio tranquilo fuera de la ciudad, debemos elogiar a cuantos, optando por permanecer en los pequeños pueblos de nuestra extensa geografía rural, han sido y siguen siendo los trasmisores y referentes de nuestra fe y nuestras tradiciones.

Ahora que disfrutamos de la paz y tranquilidad, valoremos las “minorías creativas” que están siendo las comunidades de nuestros pueblos, resaltando el rostro femenino del medio rural. Esforcémonos en una mirada contemplativa de la “sencillez evangélica” de nuestras gentes vivida en la mística de lo cotidiano.

Frente a la valoración de los números y de las masas, frente a la asfixia de la productividad y la dictadura de la apariencia, hagamos un “elogio de lo pequeño”, en la certeza de la “esperanza en la fragilidad”, al igual que en los primeros siglos, tan fructíferos, de la historia de nuestra Iglesia. Allí donde hay un solo creyente, allí estamos todos, está la Iglesia. La esperanza es nuestro secreto.

Olegio 1

“Estamos nosotros”

Los desafíos que han generado los nuevos contextos tendrán respuestas desde el protagonismo de las propias comunidades, desde las personas que habitan nuestros pueblos, porque como me decía una señora en la sacristía de un pequeño pueblo: “Que no digan que esta tierra está vaciada, estamos nosotros y, aunque seamos pocos, nos deben valorar como merecemos, nosotros también hemos dado vida a las ciudades”.

Creemos que el Evangelio es siempre nuevo y es generador de vida, de novedad, capaz de gestar nuevos escenarios y nuevos dinamismos. La comunidad cristiana nunca se ha encerrado en sí misma, sino que ha generado un movimiento de ayuda de las más fuertes a las más débiles, de las más numerosas a las más pequeñas, siendo capaces de poder compartir y repartir con los demás. Aun lo poco que posean.

No es cuestión de número, es cuestión de vitalidad, aunque la vocación de la Iglesia es que Cristo y su mensaje lleguen hasta los confines de la tierra. La propuesta es de acogida, de hogar, de espacio para el encuentro y la comunión. Alentamos a todos a que estemos atentos a estas pequeñas poblaciones, ya que pueden ser un pequeño resto de lo que un día fuimos, pero nunca les gustaría llegar a ser un residuo.
¡Animo y adelante!