Tribuna

Un poema apócrifo de Juan Pablo II

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Joaquín Navarro Valls fue un médico y periodista español que, por muchos años, fue vocero de san Juan Pablo II, afirmó sobre este que fue una brillante combinación de dos arquetipos humanos: el filósofo abstracto y racional y el poeta emocional.



Por un lado, tenemos al denso filósofo que nunca ocultó su fascinación por la palabra interior que busca ver reflejado su rostro en una forma pura de belleza, aquella que no posee otra finalidad distinta a la de su propia evidencia. Por otro lado, tenemos al poeta que encontró en la poesía un vehículo para poder conversar con algo profundo que arde en el corazón del hombre moderno.

Algunos de sus poemas pueden encontrarse sueltos en internet, como esperando pacientemente que un corazón los cobije. Poemas que recogen parte de su experiencia, no solo anterior al momento de asumir la responsabilidad de ser el Sucesor de Pedro, sino poemas que van a hundirse en un tiempo sin hábitos, entre los pasillos de la universidad y de las calles de la Wadowice de su juventud. De esos poemas, uno ha destacado a lo largo del tiempo.

Se llama El amor me lo ha explicado todo, pero, curiosamente, en distintos portales se afirma que se trata de un poema apócrifo. Yo mismo lo aseguré en distintos escenarios. Sin embargo, esto no es verdad. No es un poema apócrifo, se trata, efectivamente, de un poema sentido, pensado y escrito por Karol Wojtyla, san Juan Pablo II.

Juan Pablo Ii

El amor me lo ha explicado todo

El amor me lo ha explicado todo es un poema que circula por internet como un escrito apócrifo de san Juan Pablo II. Sin embargo, esto no es así. El poema existe y fue escrito, efectivamente, por un joven Karol Wojtyla. Se trata de un poema dentro de un poema cuyo nombre es Canción sobre el Dios oculto.

El poema que circula es de su autoría, solo que se ha popularizado uniendo versos de distintas estrofas del mismo, adicionando además, como colofón, aquel «no tengáis miedo» que caracterizó ese primer encuentro entre el Sumo Pontífice y el pueblo católico unido por el amor en la Plaza de San Pedro.

La versión que circula dice: “El amor me lo ha explicado todo, el amor me lo ha resuelto todo, por eso admiro el amor donde quiera que se encuentre. Si el amor es tan grande como sencillo, si el anhelo más simple se puede encontrar en la nostalgia, entonces puedo entender por qué Dios quiere ser recibido por gente sencilla, por esos cuyos corazones son puros y no encuentran palabras para expresar su amor. Dios ha venido hasta aquí y se ha parado a poca distancia de la nada, muy cerca de nuestros ojos. Quizá la vida es una ola de sorpresas, Una ola más alta que la muerte. No tengáis miedo jamás”.

Un poema cuyos versos nos ponen en sintonía con el pensamiento de Max Scheler, tan querido por Wojtyla, en el cual el amor es señalado como un motor para buscar el conocimiento, mientras que el conocimiento profundiza y enriquece la experiencia del amor.

El amor y los sencillos

El poema fue escrito en 1944. Wojtyla había sido trasladado de la cantera a la fábrica Solvay, además profundizar en sus estudios teológicos. Un año que lo condujo a meditar tenazmente en la dinámica del amor. Tiempos en los que Stefania Koscielniakowa, una de las cocineras de la fábrica, rescata lo que sobre el futuro papa pensaba su supervisor: “Este chico reza a Dios, es un chico culto, tiene mucho talento, escribe poesía…; no tiene madre, ni padre…; es muy pobre…, dale una rebanada de pan más grande porque lo que le damos aquí es lo único que come”.

Estas son las gentes sencillas que su amor aprende a descubrir con la finalidad de que ese mismo amor le ayude a comprender su esencia.

Por ello, en el poema medita: “Si el amor es mayor cuanto más sencillo, y más sencillo el deseo cuanto más grande el amor, no te extrañe que deseara Dios ser aceptado por los más sencillos y humildes, cuyas almas son siempre puras y no encuentran palabras para expresar su amor”.

El joven seminarista anunciaba la necesidad de rescatar la vida emocional y afectiva que tienen cabida en el maravilloso mundo de la subjetividad humana. Los versos de este poema sirven para introducirnos en la lógica del corazón que distinguió su pontificado. Paz y Bien, a mayor gloria de Dios.


Por Valmore Muñoz Arteaga. Profesor y escritor del Colegio Mater Salvatoris