La Unión Internacional de Superioras Generales (UISG) cumple 60 años de historia, y lo hace no solo como la entidad que aglutina a más de 1.900 congregaciones y representa a 600.000 religiosas. Esta plataforma femenina se ha consolidado como un motor de la vida eclesial de puertas para dentro y como presencia en medio de un mundo que las necesita.
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Desde la diversidad de cada una de las familias que la conforman, estas décadas han permitido reforzar una red que tiene como centro a Jesús de Nazaret en las innumerables fronteras donde están presentes las consagradas hoy: lo mismo en un aula que en un centro de salud, con la misma heroicidad en la Amazonía que en Ucrania.
A la par, desde los encuentros y la formación ofrecida, han sido capaces de generar un proceso de discernimiento permanente, con esa fidelidad creativa al carisma legado por sus fundadores, para ser esa Iglesia en salida con la que soñaba Francisco y con la que León XIV está igualmente comprometido.
Oonah O’Shea, presidenta de la UISG (en el centro) junto a Marry Barron (derecha), ex presidenta, y Patricia Murray, secretaria ejecutiva
Es el empeño por aterrizar con valentía las bienaventuranzas desde las reformas conciliares, que no siempre ha sido ni apreciado ni respaldado. De hecho, en algunos foros se ha llegado a mirar con recelo y desconfianza esta audacia evangélica, intentando minar su credibilidad, incluso buscando alentar la creación de realidades paralelas de nuevo cuño y formas caducas.
Frente a esto, la vida consagrada femenina –a través de la UISG–, lejos de dejarse enredar, ha perseverado en lo cotidiano de su ser y hacer para reforzar esa vida en fraternidad que siempre se traduce en una llamada a salir al encuentro del más vulnerable, ya sea un niño o una anciana.
Libertad evangélica
Y lo han llevado a cabo, en no pocas ocasiones, sin hacer ruido, sin hacerse notar, con la humildad y sencillez que va adherida a su consagración. Un estilo que les ha permitido actuar con libertad evangélica, pero que, a la vez, quizás haya silenciado su voz en el seno de la Iglesia y su grito en favor de los últimos.
Afortunadamente, la apuesta irreversible por la sinodalidad –que reconoce la igual dignidad de hombres y mujeres por el bautismo– está abriendo puertas que permanecían cerradas a cal y canto, especialmente para las religiosas, que menospreciaban y menosprecian la capacidad de liderazgo demostrada al frente, no solo de sus obras apostólicas como gestoras, sino como referentes de la espiritualidad y la teología por su ADN comunitario y orante. Aun así, todavía quedan unos cuantos candados que ignoran que las religiosas que conforman la UISG no solo son mayoría numérica, sino también en la entrega, en calidad y calidez.