Como es sabido, el diaconado permanente, como ministerio propio y reconocido en la Iglesia, fue restaurado por el Concilio Vaticano II. Este tipo de diaconado, que había existido en la Iglesia primitiva, retomó su andadura para servir como un ministerio distinto y no solo como una etapa previa al sacerdocio. Por eso, aunque en la historia ha habido un buen número de diáconos santos –entre los que destacan, san Estaban, san Lorenzo, san Vicente de Zaragoza, san Efrén el Sirio, san Francisco de Asís, san Damián de Terracina y otros– sin embargo por la novedad de la restauración del diaconado permanente no tenemos todavía ninguno de sus representantes que haya sido beatificado o canonizado. Pero ya tenemos uno que ha sido declarado Venerable por el Papa León XIV, de los primeros de su pontificado.
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Ya solamente por este hito merece la pena que recordemos a João Luiz Pozzobon, pero también porque se trata de una figura de gran interés por su vida y su extraordinario ministerio pastoral. Sirva también como homenaje a los diáconos permanentes que de modo sencillo y discreto sirven al pueblo de Dios con un ministerio que todavía muchos con acaban de comprender ni valorizar como se merece.
João Luiz Pozzobon nació el 12 de diciembre de 1904 en la localidad de São João de Polêsine, en el estado de Rio Grande do Sul, al sur de Brasil. Sus padres, Ferdinando Pozzobon y Augusta Pivetta, eran de profunda vida cristiana y formaron una familia numerosa con ocho hijos, de los cuales João Luiz era el tercero. Sus raíces se remontaban a la provincia de Treviso, en Italia, de donde sus abuelos paternos, como tantos otros compatriotas, emigraron en 1878 en busca de nuevas oportunidades en Brasil.
João creció en una familia caracterizada por la devoción mariana, que él heredó, rezaban el rosario cuando no podían asistir a misa por falta de sacerdotes. En 1912, con 8 años, comenzó a asistir a la escuela en Vale Vêneto y, dos años más tarde, deseoso de convertirse en sacerdote, se fue a vivir a la casa parroquial de la misma localidad. Sin embargo, al cabo de diez meses, decidió volver con su familia por problemas de incontinencia urinaria y para ayudar a su padre en el trabajo. El 14 de mayo de 1916 recibió la primera comunión, un momento que marcó profundamente su vida de fe. En 1926 fue eximido del servicio militar debido a su débil vista.
A los 15 y 16 años formó parte del grupo en su parroquia que celebraba cada año la fiesta de Nuestra Señora de la Salud en la capilla de Ribeirão, y hasta los 21 años participó en el grupo llamado Cruzada Eucarística. A los 18 años se unió al grupo Apostolado de la oración del Sagrado Corazón de Jesús y cada noche recorrían unos tres kilómetros a pie hasta la capilla donde rezaban el rosario.
El 21 de abril de 1928 se casó con Thereza Maria Turcato, también de abuelos italianos, y se establecieron en Restinga Seca, donde regentaban un pequeño hotel y vieron nacer a sus dos hijos, Ely y Ary. Sin embargo, su felicidad se vio truncada cuando Thereza enfermó de tuberculosis. En 1932, la familia se trasladó a Santa María para garantizarle una mejor atención médica, pero el 1 de mayo de 1933 Thereza falleció, dejando a João viudo con dos hijos pequeños. El 12 de agosto de 1933 se casó con Vitória Maria Filipetto en la iglesia de Arroio Grande, unión que durará 46 años y de la que nacieron cinco hijos: Nair, Otilia, Pedrolina, Vilma y Umberto. Para mantener a su numerosa familia, João puso en marcha un pequeño negocio. Su dedicación al trabajo y a la familia iba acompañada de una vida de oración sincera y servicio a los demás. Entre sus escritos encontramos algunas referencias a la vida cotidiana que construyeron juntos, un matrimonio basado en la fe orante y en la unión común en la caridad apostólica. Incluso quienes lo conocieron dan testimonio del amor del Siervo de Dios hacia su esposa:
“Él nos contó que se llevaba muy bien con su señora y que muchas veces él hacía algunas tareas de ella. Sin decírselo, él las realizaba para darle la sorpresa de que ya estaban hechas, y así le aliviaba el trabajo. También cuando él tenía que viajar lejos por razón de la Campaña del Rosario, él dejaba preparada la leña o llamaba a una persona para que hiciera determinadas tareas que a él le correspondían para no sobrecargar el trabajo de su esposa y su familia con estas tareas que él no podía hacer durante esos días en que estaba afuera”.
Pozzobon pertenecía a la parroquia de Nuestra Señora de los Dolores, bajo el cuidado de los religiosos palotinos, quienes pidieron a las Hermanas de María de Schoenstatt, con sede en Londrina, en el estado de Paraná, que establecieran una comunidad en Santa María. Las Hermanas aceptaron la invitación y llegaron a Santa María en 1945, donde Pozzobon conoció su espiritualidad y se convirtió en miembro activo, lo que a partir de entonces configuraría su vida y su actividad.
Puerta a puerta
El punto de inflexión en su vida llega el 10 de septiembre de 1950, cuando una de aquellas Hermanas de Schoenstatt le confía una imagen de la que ellos llaman Virgen Tres Veces Admirable, venerada en el santuario alemán de Schoenstatt, pidiéndole expresamente que la lleve en peregrinación de casa en casa. El encuentro con la hermana del Movimiento y la entrega de la imagen mariana a Pozzobon dan inicio a una nueva forma de evangelización, definida posteriormente como “puerta a puerta”, que despierta la fe de manera sorprendente entre los fieles.
El Movimiento había nacido el 18 de octubre de 1914 en Vallendar, Alemania, durante la Primera Guerra Mundial. Fundado por el sacerdote palotino José Kentenich, se basa en una Alianza de Amor con María, sellada por el Fundador en la pequeña capilla de San Miguel, que él hizo reproducir en diferentes partes del mundo. La tarea asignada a Pozzobon era llevar la imagen a los hogares para que las familias pudieran rezar el rosario durante un mes. Esta experiencia transformó totalmente la vida de Pozzobon, impulsándolo a dedicarse por completo a esta misión. Desde ese momento, transportó sobre sus hombros la sagrada imagen, que pesaba 11 kilos, durante 35 años, recorriendo más de 140 000 kilómetros a pie.
El 31 de julio de 1951, por decreto del Visitador Apostólico, el P. Kentenich es destituido de su cargo de director del Instituto de las Hermanas de María; otro decreto, fechado el 30 de septiembre, establecía que no podía permanecer en Schoenstatt; un tercer decreto, del 1 de diciembre, establecía que no podía permanecer en Europa. El destino del exilio fue Milwaukee, en los Estados Unidos y mientras esperaba el visado para entrar en dicho país, pudo viajar a Sudamérica. Así, el 20 de enero de 1952 inauguró el Santuario de Nuestra Señora de Schoenstatt en Florencio Varela, Argentina. El 14 de febrero llegaría a Santa María, donde se encuentra con João Luiz Pozzobon.
En 1954, Pozzobon fundó la Vila Nobre da Caridade, construyendo 14 pequeñas casas para ofrecer alojamiento gratuito a familias indigentes. Este lugar sigue siendo hoy un testimonio de su incansable compromiso social y caritativo. Posteriormente, también construyó tres capillas destinadas a la oración comunitaria y a la celebración del rosario con los más necesitados. Además, mandó erigir 43 edículas marianas, contribuyendo a difundir la devoción a la Virgen de Schoenstatt. Sin embargo, debido a los problemas del Fundador, el P. Kentenich, tuvo que sufrir incomprensiones y reacciones negativas hacia su apostolado.
El 1 de febrero de 1959 dio vida a la Campaña del Rosario, una iniciativa innovadora que preveía el uso de las Pequeñas Vírgenes Peregrinas. Formó grupos de treinta familias por cada imagen, que se alojaba por turnos en sus casas, favoreciendo la oración y la comunión espiritual. La Campaña, que se difundió rápidamente, está presente hoy en 160 países. João Pozzobon extendió esta misión también a hospitales, cárceles, lugares de trabajo y escuelas, visitando alrededor de 300 al año.
El 6 de febrero de 1972 se le concedió el permiso de ministro extraordinario de la comunión y el 30 de diciembre siguiente fue ordenado diácono permanente. En esa ocasión escribió:
“.. La ordenación fue como el florecimiento de una flor, una gran alegría que transmití a todos mis amigos. Me sentí completamente impregnado del Espíritu de la Iglesia. Me sentí unido como en un solo corazón”.
El 8 de marzo de 1979 sufrió la dolorosa pérdida de su esposa Vitória Maria. Ese mismo año, en junio de 1979, realizó un viaje a Europa con la Virgen Peregrina, visitando el Santuario Original de Schoenstatt en Alemania, Cambrai en Francia y Roma, donde el 25 de julio recibió la bendición del Papa Juan Pablo II. Durante esta peregrinación, también visitó el Santuario de Fátima, en Portugal, y otras ciudades de devoción mariana.
Herencia espiritual
El 13 de octubre de 1981 escribió un mensaje que deseaba dejar a su familia como herencia espiritual. Escribió como padre y como diácono permanente, y a través de sus frases descubrimos una síntesis de su espiritualidad. Destacaba que, según su experiencia y su pensamiento, para llegar al amor de Dios y del prójimo es necesaria una reconciliación tranquila, para tener la paz de Cristo en el corazón. Vivir el matrimonio con amor es una responsabilidad de los padres, que se convierten así en un ejemplo para sus hijos.
En junio de 1985 visitó Buenos Aires, llevando consigo la imagen de la Virgen Peregrina y continuando su misión de evangelización. Su extraordinaria vida de apostolado terminó trágicamente el 27 de junio de 1985, cuando fue atropellado por un camión mientras se dirigía a misa, a las 6.10 de la mañana. Sus restos descansan en el cementerio de Santa Rita, junto a sus dos amadas esposas. João Luiz Pozzobon dejó al morir un legado espiritual y social de gran impacto, que sigue inspirando a fieles de todo el mundo a través de la Campaña del Rosario y otras obras de caridad nacidas de su compromiso.
Poco después de la muerte de João Luiz, su fama de santo se hizo sentir por todas las iniciativas que había promovido. Los primeros intentos de recopilar documentación se atribuyen al P. Esteban Uriburu, su primer biógrafo, quien comenzó esta tarea con la ayuda de los sacerdotes de la Obra de Schoenstatt en Brasil y sus devotos. No habían pasado ni diez años de su muerte cuando Víctor Trevisan, sacerdote de Schoenstatt y postulador diocesano, pidió al arzobispo de Santa María que iniciara su causa de canonización.
¿Qué llevó a comenzar el proceso? Los que le conocieron han testimoniado lo extraordinario de João Luiz Pozzobon dentro de su sencillez. Desde su infancia y juventud, se distinguió por su piedad, inteligencia y entusiasmo apostólico; como empresario destacó por su honestidad y la capacidad de crear relaciones basadas en la amistad sincera; su amor de padre y esposo –primero con Thereza, después con Vitória Maria– dejó una huella profunda en sus hijos y en muchos que de un modo o de otro se acercaron a su familia.
En las diversas parroquias donde desarrolló su apostolado de la Campaña del Rosario y donde ejerció su ministerio diaconal, dejó una profunda huella de su ejemplar vida apostólica. Era un hombre pobre, de estilo sencillo y de profunda oración, preocupado por las necesidades de la gente, especialmente de los más humildes. Tenía un gran respeto por los jóvenes y los adultos; con ellos tenía actitud de escucha, ser paciente y estar disponible.
Fueron numerosas las acciones de relevancia social a través de las cuales llevó el anuncio del Evangelio también fuera de la Iglesia. Destaca sobre todo su atención a los pobres, para los que fundó la Villa Noble de la Caridad, a la que dedicó 30 años de su vida; construyó dos capillas en los suburbios de la ciudad de Santa María. Organizó servicios de caridad y catequesis, fomentó la práctica de los sacramentos y el rezo del rosario, y realizó una intensa labor pastoral para ayudar a las personas a vivir la fe con una marcada espiritualidad mariana, la que él había recibido en su propia familia. También construyó un Vía Crucis desde el Santuario mariano de Schoenstatt hasta la Villa Noble de la Caridad, que tenía al mismo tiempo un valor pedagógico: hacer comprender a la gente que la devoción a la Virgen María debía llevarse a los pobres, tenían derecho de recibir el auxilio espiritual de su presencia.
