El diccionario de la RAE define al resentimiento como el sentimiento persistente de hostilidad hacia alguien, al que se le considera causante de un agravio o maltrato.
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Y de alguna manera todos en el mundo podemos tener algo contrario que sentir de otro, el tema de fondo es la palabra persistente, que implica, siempre, permanente, y que puede esclavizar en un sentimiento negativo al que lo siente.
Los sentimientos forman parte de la condición humana. Son reacciones que se alimentan con el tiempo, por tanto, crecen, se desarrollan, no son fruto de un impulso — como las emociones que tienen un rigor más pasajero — sino que perduran en el tiempo y comprenden parte de la carga cognitiva y del pensamiento.
El resentimiento tiene efectos reales en todos los niveles; a nivel individual, la persona se vuelve hostil, desconfía, configura su vida desde el mal, alimenta el odio hacia los demás, y no alcanza la felicidad, es decir, se niega así mismo la posibilidad de una vida dichosa y en armonía.
A nivel social, la cosa puede ser peor, la sociedad resentida es un caldo de cultivo para el conflicto y los enfrentamientos, más grave aún para justificar la violencia, en una forma de desborde de odio con todos, porque después que desaparezcan los causantes que originan el malestar, no hay otro camino que seguir buscando culpables, y todo el que piense distinto es un potencial enemigo.
El veneno del resentimiento hasta en el pensamiento
La ideología tiene su cuota de responsabilidad, el marxismo se nutre de la lucha de clases, del resentimiento de unos sobre otros, pero ha quedado en evidencia que eliminar grupos sociales no es la solución, nunca lo ha sido, no hay un solo ejemplo en la historia.
Del marxismo pasamos a la nueva forma del pensamiento woke, que construye toda posición desde el victimismo, y que precisamente siendo víctima se libra del asumir la responsabilidad para el cambio. Nada de heroísmo, mejor será lamentarse por las heridas y culpar a los demás.
El resentimiento, — y me permito parafrasear a Jorge Mario Bergoglio — es como el mal aliento, la persona puede no darse cuenta que lo tiene, y son los demás lo que lo perciben, y muchas veces comprenden las causas del enojo, pero no su sobredimensión.
El cambio comienza en uno, pero no termina en uno
Toda persona puede hacer algo contra el resentimiento, y a nivel social, al menos dejar de darle tribuna a tanto profeta de enfrentamiento y división, sobran ejemplos en redes sociales.
Y no, no estoy diciendo que hay que ser conformista, que hay que mantenerse cabizbajo frente al mal. No. Resistir no es lo mismo que resentir, porque, aunque no podemos hacer nada contra los sentimientos de otro, si podemos hacer que el propio corazón, la existencia y la vida misma no se convierta en una gangrena frente al mal.
Ya hay muchos que odian a nuestro alrededor, ¿no será mejor para los poquitos cristianos aplicar la lógica de la mansedumbre, del bien, de la solidaridad y en fin último de la caridad?
Habrá que seguir insistiendo y no darlo por entendido.
Por Rixio G Portillo R. Profesor e investigador de la Universidad de Monterrey.
Imagen: PixaBay
