Pasolini reivindica la “inteligencia relacional de la Cruz” en los oficios del Viernes Santo

El cardenal Claudio Gugerotti, prefecto del Dicasterio para las Iglesias Orientales, preside la celebración de la Pasión del Señor en la basílica Vaticano, la más sobria de las liturgias de la Semana Santa

Pasolini reivindica la “inteligencia relacional de la Cruz” en los oficios del Viernes Santo

Mientras el papa Francisco continúa su convalecencia y tras la escapada del Jueves Santo a la prisión romana de Regina Coeli, eViernes Santo ha delegado la presidencia de los oficios en el cardenal Claudio Gugerotti, prefecto del Dicasterio para las Iglesias Orientales. Esta tarde litúrgicamente se vive desde la máxima sobriedad y la celebración de la Eucaristía se suspende para contemplar al Crucificado. Unos oficios que comienzan con el expresivo gesto de la llegada en cierta penumbra a la Basílica de San Pedro donde la celebración de la Pasión comienza sin cantos, una procesión de entrada reducida y con el cardenal italiano de 69 años postrado en oración sobre el suelo por un instante de silencio despojado de la mitra y el solideo frente al baldaquino de Bernini tapado con el altar completamente desnudo. Una celebración a la que ha acudido el vicepresidente de EEUU, J.D. Vance, que está de visita en Italia.



Así ha comenzado una celebración que ha incluido, como es habitual, una Liturgia de la Palabra en torno al texto de la Pasión del evangelista san Juan –que el pontífice ha seguido sentado en la misma sede preparada en la Misa Crismal, la Adoración de la Cruz y el Rito de la Comunión. Solo recogimiento, oración y devoción entre los rayos de luz que se colaban por las ventanas de la cúpula de Miguel Ángel. En esta jornada, en todo el mundo, se realiza la colecta por Tierra Santa.

Vance Vs

La inteligencia de la Cruz

El delegado papal, que preside la celebración, en cambio no hace la homilía. Ha sido, como es habitual, el predicador de la Casa Pontificia el fraile capuchino Roberto Pasolini el encargado de hacerlo, estrenándose así en este sermón tras haber predicado los Ejercicios Espirituales a la Curia romana. El capuchino reflexionó sobre “la inteligencia de la Cruz” al contemplar “no el fracaso de Dios, sino su misterioso triunfo en una forma paradójica, la de la cruz, como ya anunciaban las Escrituras proféticas”. “En un tiempo como el nuestro, tan rico en nuevas inteligencias –artificiales, computacionales, predictivas–, el misterio de la pasión y muerte de Cristo nos propone otro tipo de inteligencia: la inteligencia de la Cruz, que no calcula, sino que ama; que no optimiza, sino que se da. Una inteligencia que no es artificial, sino profundamente relacional, porque está totalmente abierta a Dios y a los demás. En un mundo en el que parecen ser los algoritmos los que nos sugieren qué desear, qué pensar e incluso quién ser, la Cruz nos devuelve la libertad de una auténtica elección, basada no en la eficacia, sino en el amor que se da”.

Dios a su Hijo, prosiguió “no le ahorró el tormento de la cruz, sino que le permitió convertirse, en ese mismo altar, en el Salvador del mundo” ya que “en su pasión, Cristo no se limitó a sufrir los acontecimientos, sino que los aceptó con tal libertad que los transformó en camino de salvación”. Un momento en el que “Jesús no fue simplemente arrestado, sino que ofreció su vida libremente”. “En los momentos en que nuestra vida sufre algún revés –un revés doloroso, una enfermedad grave, una crisis en las relaciones–, también nosotros podemos intentar abandonarnos a Dios con la misma confianza, aceptando lo que nos perturba y amenaza”, alentó el predicador.

Ante Jesús que manifiesta su necesidad en la cruz pidiendo de beber, el fraile subrayó que “en ese mismo momento, tan esencial y desarmado, la sed del hombre y el amor de Dios se encuentran por fin. También para nosotros es posible atravesar bien esos momentos en los que se hace evidente que no nos bastamos a nosotros mismos. Cuando el dolor, el cansancio, la soledad o el miedo nos desnudan, sentimos la tentación de encerrarnos en nosotros mismos, de endurecernos, de fingir autosuficiencia. Pero es ahí donde se abre un espacio para el amor más verdadero: el que no se impone, sino que se deja ayudar”.

Viernes Santo Celebracion

Esperanza en la debilidad

La de Cristo, añadió, no es “una entrega pasiva, sino de un acto de suprema libertad, aceptando la debilidad como el lugar donde el amor se hace pleno”. Así, “Jesús nos revela que no es la fuerza lo que salva al mundo, sino la debilidad de un amor que no se reserva nada. El tiempo en que vivimos, marcado por el mito del rendimiento y seducido por el ídolo del individualismo, se esfuerza por reconocer los momentos de derrota o pasividad como posibles lugares de plenitud. Cuando la cruz nos deja sin aliento y nos inmoviliza, tendemos a sentirnos equivocados, inadecuados y fuera de lugar”, apuntó invitando a vivir la esperanza del Jubileo.

“Hoy, en el corazón de este Jubileo, los cristianos elegimos el camino de la cruz como la única dirección posible de nuestras vidas. Somos muy conscientes de que nuestras fuerzas no serán suficientes para hacer este camino, pero el Espíritu Santo, que ya ha llenado nuestros corazones de dulce esperanza, vendrá en ayuda de nuestra debilidad para recordarnos lo más importante: así como hemos sido amados, así seremos capaces de amar, a nuestros amigos e incluso a nuestros enemigos”, concluyó el predicador.

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