En esa lógica y mentalidad de enfrentar, la guerra tiene varias caras: Guerra fría, guerra civil, guerra justa, guerra de religión, guerra santa — que no tiene nada de canonizable, por cierto — y ahora guerra comercial.
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El tema es que frente a la guerra y a esa dialéctica de eliminarse uno a otros los que pierden siempre son los mismos, los que quedan en el medio, es decir las víctimas.
Pío XI ya advertía sobre este riesgo del imperialismo internacional del dinero, en 1931, y vaya que no se le puede acusar de comunista al Papa que condenó al comunismo y excomulgó a sus promotores.
El tema es que mientras unos amenazan, otros hacen negocio con el verdugo y financian la muerte de millones de víctimas, pues, aunque rechacen de micrófono al agresor, se sigue en la tónica del imperialismo internacional del dinero, denunciada por el papa Ratti.
¿Cuánto tienes, cuánto vales?
En una guerra comercial, los perjudicados serán entonces los consumidores pues son el último eslabón de la cadena de intercambio, debido a la imposición de uno y la pusilanimidad de otros, que siempre terminan cediendo. Total, a todos se les puede poner precio.
Es que la vida misma no se resuelve con un arancel, la socialización trae consigo el intercambio, por lo que la reciprocidad y la buena disposición siguen siendo fundamentales para las sanas relaciones comerciales.
La ideología tiene su cuota de responsabilidad al banalizar y desgastar el sentido de la palabra economía, incluso viéndola como algo malo, cuando su raíz etimológica dice lo contrario pues proviene del vocablo griego ‘oikonomia’ que evoca el hogar, la casa, por ende, lo social, lo común, lo compartido. La economía es para hacer sociedad y no para erigir imperios de esclavos y súbditos.
El horizonte de paz en la guerra es desde el amor
La solución debería ser la misma que en una guerra, en términos de violencia, la racionalidad y la ética en búsqueda del bien, en función de favorecer la convivencia, y no exacerbar las amenazas y el miedo.
El papa Francisco se refería sobre este cambio que exige el comercio: “El mundo de la economía necesita un cambio (…) lo cambiarán sobre todo amándolo, a la luz de Dios, inyectándole los valores y la fuerza del bien (…) Amar la economía, amar concretamente a los trabajadores, a los pobres, privilegiando las situaciones de mayor sufrimiento”.
Pero el amor siempre evoca una renuncia, un donar, pero más aún, un donarse, desde la recta intención de bien, y los valores, sobre todo desde los valores cristianos, que exigen no explotar a otro hermano (Cfr. Jr 7,6) ni verlo como una simple pieza de mercancía.
Amar, amar a los trabajadores, a los pobres, renunciando al egoísmo, desgastándose por privilegiar acciones que reduzcan el sufrimiento de tantos, empeñarse por erradicar el mal en el mundo y no alimentar la inequidad con injusticia.
Lo demás son cuentos de camino y propaganda ideológica entre populistas, megalómanos e influencers que solo saben mirarse el ombligo, en medio de la guerra.
Por Rixio Gerardo Portillo. Profesor e investigador de la Universidad de Monterrey.
Foto: PixaBay
